Capitulo 4

ARIA

Azriel me ayuda con las maletas, en eso vienen unos cuantos hombres de traje negro que saludan a mi hermano diciéndole “jefe”. Saludo amable al hombre joven que toma mi maleta. No tengo idea de cuántas horas dormí y es por eso que siempre tengo mis alarmas encendidas pero en el avión no pude usarlo.

Una camioneta blanca está estacionada y otro hombre más baja nos saluda abriendo la puerta de la camioneta para nosotros. Primero sube mi madre, la sigo yo y luego Azriel. El señor que maneja la camioneta acelera con tranquilidad.

Miro a mi madre sonriendo y tomo sus manos entrelazando con la mía. Llevo mis manos a mi cuello donde tengo el collar que me regaló mi madre como siempre lo hago que ya se convirtió en un hábito.

— ¡Oh, dios mío!

— ¿Qué sucede? ¿Estás bien? — dice alarmado Azriel y mamá aprieta mis manos.

Noo. Mi collar.

— Para el coche — pedí con rapidez y a la vez desesperada.

— No.

— Para el coche, Azriel por favor.

— Para el coche — ordena y el otro hace caso de inmediato.

Azriel baja primero ayudándome a salir. Mi corazón está latiendo fuerte por mi desesperación al no encontrar mi collar. Entrecierro mis ojos que están en el piso de asfalto que tiene un poco de nieve.

— ¿Qué busca señorita? — pregunta el joven que me ayudó con mi maleta.

— Mi collar — murmure despacio — El collar que me regaló mi madre, se me ha caído.

— Oh, ¿Puedo ayudarla?

— Por favor — pedí con desespero — No se puede haber caído por encima de la nieve ¿Cierto?

— Es probable — se arrodilló sobre su pierna derecha, hice una mueca triste — Pero no creo que sea así, la acompañé hasta la camioneta así que conozco el camino que recorrió.

— Casi me da un infarto — lleve mis manos a mi corazón — Sigamos buscando.

Él asintió como un robot adelantándose. Pero luego lo paso porque no encuentro nada. Creo que necesito una lupa y lentes, mi vista no ayuda en nada. Llevamos minutos y nada, no hay ni un insecto en el suelo.

— Lo perdí, carajo — mire al cielo y me desarme mi larga cabellera con frustración.

— Le diré al jefe si puede hacer una limpieza en el avión, no se preocupe señorita — él posa su mano derecha sobre mi hombro —. Lo encontraré.

Me siento sobre mis piernas sin tocar el suelo, tapo mi rostro con mis manos. ¿En qué momento se me perdió? Y si no lo encuentro. Un collar se puede comprar pero el de mamá no tiene comparación. Es muy especial.

— Aria Hatzis — me llama una voz ronca y sería, confundida y sin levantarme levantó la mirada hacia él, su traje hace relucir lo millonario y guapo que es.

— Hola — dije en susurros — ¿Me conoce?

— Para mi fortuna si — fruncí el ceño, qué tan poco cerebro tengo para no recordar a una persona — ¿Esto es tuyo, muñeca? — Su voz ronca y su mirada penetrantes hacen erizar mi piel, parpadeo y trago grueso concentrandome en lo que tiene colgado en la palma de su mano.

— Mi collar — respondí notando el iris verde que está incrustado en la estrella del dije — Gracias, estaba buscándolo.

— Con ese andurriasmo — miró mal al guardia que estaba ayudándome, intentó tomar mi collar de sus manos pero él lo escondió en el bolsillo de su traje.

— Dámelo es mío.

— Ya lo confirme.

— ¿Qué? — no entendí eso, pero no me importo —¿Puedes darmelo por favor?

— Luego — se acerca demasiado a mi que queriendo retroceder casi me tropiezo con mis piernas sin embargo no me caigo porque él me sostiene de la cintura — Ten cuidado…

— Es tu culpa — lo ataque nerviosa por su cercanía — No tiene que acercarse así a cualquiera.

— Entiendo — él sonríe a medias.

— Es incómodo — dije y me solté retrocediendo y extiendo mi brazo con la palma de mi mano abierta — ¿Puedes darme mi collar? Me tengo que ir y me están esperando.

— No me complace hacerlo — declaró como si fuera el dueño.

— Es mío, no es tuyo — remarque enojada — Dámelo.

— No, lo vi y ahora es mío.

— Pero es mío.

— Tu eres la prueba de eso— se inclina a mi altura viéndome fijo con sus ojos extraordinarios, santo dios — Ty vernulsya k moyey kukle.

Se me corta la respiración dándome cuenta que estábamos hablando en griego.

“Volviste a mi, muñeca mía” gruñe seriamente que da miedo. Sus ojos encantadores no dejan de mirarme y me es imposible dejar de verlo.

— Nikolai — exclama sorprendida.

— Muñeca estás hermosa — él sonríe de lado, mis mejillas pálidas se ponen a arder y seguro estoy súper colorada.

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