ARIA.
La cena se lleva a cabo en un salón opulento con una larga mesa de madera oscura, iluminada por una araña de cristal. La vajilla es impecable, los cubiertos de plata relucen, y el aroma de la comida gourmet flota en el aire. Me siento al lado de Nikolai, con Darya a mi izquierda y Andrei justo enfrente. Slavik y Elia ocupan los extremos de la mesa con su elegancia natural.
—Espero que disfrutes la comida, Aria —dice Elia con una sonrisa encantadora mientras un mesero sirve los platos.
—Gracias, se ve increíble —respondo con sinceridad, aunque la tensión en el aire es palpable.
Mientras comenzamos a comer, la conversación fluye con temas triviales. Darya habla de sus últimas compras en París, Elia menciona una gala benéfica a la que asistirá en unos días, y Slavik escucha con una expresión neutra, sin intervenir demasiado.
Es cuando Andrei me dirige la palabra que siento a Nikolai tensarse a mi lado.
—Así que, Aria —dice Andrei con su tono relajado y una media sonrisa—, ¿cómo ha