La sala que Cyrus había elegido para llevar a cabo la reunión no era la sala de juntas habitual. Este era un despacho discreto, sencillo, con una pequeña mesa, sillas y cortinas para que nadie pudiera ver el interior de esta. No había testigos; todo estaba debidamente controlado para que no hubiese filtración de información . Todo estaba fríamente diseñado para que la verdad saliera a la luz y que el hombre no tuviera ningún tipo de sospecha ni mucho menos tiempo de reaccionar si se llegaba a dar cuenta de que era una trampa.
Las cartas estaban puestas sobre la mesa y solo uno podía salir victorioso.
Cyrus fue el primero en llegar, siempre puntual. Iba enfundado en un traje sastre a la medida, camisa blanca, zapatos de charol que brillaban más que una taza de plata, gesto duro y mirada impenetrable.
Su presencia llenaba el ambiente como una sombra esperando a su presa. No pronunció palabra alguna. Simplemente se acercó y encendió una lámpara, dejando un vaso de agua justo frente a