Mundo de ficçãoIniciar sessãoLa noche parecía más oscura dentro de la oficina de Cyrus que afuera, como si el cristal reflejara no la ciudad sino la cicatriz abierta en su confianza. El penthouse estaba en silencio; la ciudad, allá abajo, seguía su latido indiferente. Él no había dormido. No había cenado. Tenía la grabación aún caliente en la memoria: la voz de un amigo que había sido hermano; la voz de Balmaceda precisa, ordenando destruirlo.
Cyrus se paseó lentamente frente al ventanal. Las manos en la espalda, la respiración medida. La ira ya no era el motor: la ira era combustible que debía transformarse en planificación. Había aprendido a no reaccionar. Las reacciones eran armas de los débiles y los impacientes. Él iba a construir un plan que doliera donde más les pesara: el poder, la credibilidad, la red de impunidad que Roldán había tejido. Se sentó al gran escritorio y encendió la lámpara. Sobre la mesa, la grabación, pero la versión maestra residía también en el servidor s






