El silencio tras el zumbido del móvil era sofocante. El nombre de Balmaseda seguía brillando en la pantalla, como un veneno que amenazaba con derramarse en el aire. Cyrus lo sostenía entre los dedos, inmóvil, mientras Blair lo observaba envuelta en la sábana, con la respiración entrecortada.
—¿Vas a contestar? —preguntó ella, con la voz cargada de nervios.
Cyrus la miró un instante, sus ojos oscuros clavándose en los de ella. Parecía debatirse entre protegerla del veneno que emanaría esa llamada o dejar que escuchara con sus propios oídos el calibre de su enemigo. Finalmente, deslizó el dedo por la pantalla.
—Balmaseda —dijo con calma, activando el altavoz.
La voz que respondió era grave, aterciopelada y cargada de una ironía que heló a Blair al instante.
—Vaya, vaya… el rey destronado aún se atreve a contestar el teléfono. —Su voz era de pura ironía y desprecio a la vez.
Cyrus arqueó una ceja y apretó con fuerza la mano haciendo un puño, aunque sabía que Balmaseda no podía verlo.
—Pa