꧁ ISABEL ꧂
Me quedé mirándolo sin saber por dónde empezar. La luz del mediodía le hacía una especie de halo en la nuca; el sol golpeaba la piscina y todo parecía demasiado brillante para lo que yo iba a decir. Sentí las palabras rebotando en la boca como si fueran piedras que no sabían a dónde caer. ¿Qué era lo primero que tenía que decirle? ¿De verdad lo tenía que decir? ¿Y si estaba en el lugar y en el momento inoportuno? ¿Y si alguien nos escuchaba? La casa era grande y silenciosa, pero en las casas grandes las paredes tienen oídos y la servidumbre tiene miradas. Me imaginé escenas absurdas y terroríficas: un par de hombres saliendo de la nada, agarrándonos, metiéndonos en una habitación y cerrando la puerta para que no volviéramos a ver la luz. La imaginación me traicionó y todo empeoró.
Sin embargo, después de lo que había pasado —después de enterrar a mi madre— ya no le tenía miedo casi a nada. Solo le tenía miedo a perder a la niña que llevaba dentro. Ella era la único que me s