CAPÍTULO 51

Cada imagen era más desgarradora que la anterior, y lo peor fue llegar a aquella donde el diminuto cuerpo inerte de mi hijo no nacido yacía sobre la fría bandeja de la sala de cirugía, donde atendían a Roxanne.

Lamentaba haber revivido mi dolor de esta manera, lamentaba tener que enfrentar esto de nuevo, porque en realidad me dolía demasiado. Sin embargo, era la única forma de que Renato creyera que lo que sucedía era verdad.

Pero él no estaba tan afectado como Rose. Con sus pocas fuerzas, ella se acercó al televisor, pausó el video justo en la imagen del bebé sin vida, y comenzó a deslizar los dedos sobre la pantalla. Negó con la cabeza, incrédula. No era la única que se sentía así, porque, al igual que Rose, mi corazón daba vuelcos, inseguro de lo que veía. De lo que había perdido.

—¡No! ¡No! Esto no puede ser cierto. ¡Fuiste tú, Salvatore! ¡Fuiste tú! Tú le provocaste la pérdida a Roxanne. Tú fuiste el culpable —Rose, desesperada, gritaba con demasiada frustración. Y la comprendía.
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