CAPÍTULO 50

Salvatore Gianluca

Ante la petición de Roxanne, decidí respetar su voluntad. Por mis malditos caprichos, ella había perdido a nuestro hijo. Ya no me importaba si era hijo de Renato o mío; lo único que realmente importaba en este momento era que ella debía sanar y ser feliz, y yo no iba a impedírselo por mis propios deseos egoístas.

Regresé a la cabaña, ese lugar oscuro, frío y desolado, que por ahora era mi refugio. La verdad, ni siquiera tenía ánimos de buscar un espacio lleno de lujos, aunque mi mundo me ofreciera infinitas posibilidades. El dinero no podía darme la satisfacción que significaba haber tenido a Roxanne en mis brazos.

Encendí un cigarrillo y le di una larga calada. Durante el tiempo que ella estuvo conmigo, había evitado fumar, pero ahora, al menos, calmaba un poco mi ansiedad. Me senté en la silla donde estuvimos juntos por última vez y noté que, en el suelo, al lado, estaba el monchichi. Sentí un nudo en el estómago. Lo recogí, apreté la felpa entre mis manos, y el
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