Salvatore Gianluca
Sentir cómo mi tan anhelado tesoro se movía en su vientre fue mi punto de quiebre. Todo rastro de aquel hombre rudo y cerrado, el que se negaba a amar por miedo a lo que consideraba una maldición, se desmoronó en ese instante. Si las cosas habían fallado con la loca de Antonella en el pasado, no podía rechazar esta nueva oportunidad. A decir verdad, Roxanne me estaba volviendo loco.
Cuando llegué a la mansión de Lorenzo y vi el desespero de Gloríe por lo que mi supuesto amigo estaba a punto de hacer, algo profundo se agitó en mi interior: una necesidad áspera de protegerla y de acabar con cualquiera que se interpusiera en nuestro camino. ¡Maldito traidor! Solo esperaba mi ausencia para traicionarme, y no sentí ni un ápice de remordimiento al destruir sus tierras. Y de paso, acabar con él.
Nos sentamos a cenar, y por fin, después de tantos días, Roxanne parecía relajada. Aunque el agotamiento se notaba en sus ojos, en las sombras profundas de ojeras que los rodeaban