NARRA EMERSON
Cuando llegué a mi casa sentí una sensación de libertad. No entendía bien que me pasaba hoy, ni tampoco quería descubrirlo por el bien de mi salud mental.
Me metí a la ducha y estuve bajo el agua caliente por bastante tiempo.
¿Estarían mis padres orgullosos por el que era hoy en día? La respuesta era fácil: estarían desilusionados. Ellos me habían enseñado muchísimas cosas y yo las dejé de lado. Actualmente, hacía todo al revés. Pero no podía ser de otra forma; todo el tiempo los recordaba y esforzaba mi mente para no olvidar ningún momento vivido junto a ellos. Me aferraba a lo único que me quedaba de ellos, el recuerdo.
Salí del baño más confuso que antes. Me cambié y me fui hasta la cocina donde seguro estaría Veronica.
—Qué guapo estas mi niño —halagó Veronica, una vez que llegué junto a ella—. ¿Sales hoy?
—Sí, junto a James —respondí sirviéndome un vaso de jugo.
Escuché un bufido detrás de mí.
—No me gusta ese muchacho —dijo mi nana.
—Solo vamos a salir —contesté re