Leonard
Cuando la chica salió de mi despacho, me quedé pensativo. Algo no encajaba. Aparentemente, alguien quiere molestarla… y eso no está bien. No tolero el desorden ni las injusticias, pero tampoco los errores encubiertos. Tendré que poner orden en este lugar. Aunque... también cabe la posibilidad de que ella se haya equivocado y ahora quiera lavarse las manos. No tengo idea de qué está pasando, pero no me quedaré de brazos cruzados.
Me levanté del asiento y me dirigí al salón donde se llevaría a cabo la reunión. Allí estarían los ejecutivos de ventas y los socios. El producto estaría a mano y, apenas entraran, percibirían el aroma. Mi asistente personal caminaba detrás de mí, atenta a cada detalle, como siempre. Observé los uniformes del personal: limpios, bien puestos, sin una arruga. Todo estaba impecable, como a mí me gusta.
Al entrar, vi a hombres y mujeres en formación, preparados para la presentación. Todos me saludaron con respeto y yo respondí con un gesto de la mano. Tomé asiento frente a ellos y hablé con voz firme:
—Muy buenas tardes. Ya estamos todos. Vamos a comenzar con la presentación de los nuevos perfumes de la marca Victoria's Secret. Esta línea tiene una combinación de lavanda con notas florales. Todos los frascos deben tener el mismo aroma, sin excepciones. Vamos a lanzarlo con un descuento inicial — mencione, y luego dirigí mi mirada hacia Manuel—. ¿Te has preparado con las encargadas del laboratorio? Que pasen en fila para que cada ejecutivo de ventas pueda percibir la fragancia.
—Sí, señor —asintió Manuel, y se acercó al grupo para dar paso a las demostraciones.
Mientras los aromas eran presentados uno a uno, observé a las chicas del laboratorio. Estaban visiblemente nerviosas. Me quedó claro que al menos una de ellas no era responsable directa del error. Pero eso no significaba que dejaría el asunto sin resolver.
Cuando llegó el turno de uno de los perfumes, varios fruncieron el ceño. Hubo un murmullo incómodo. El aroma era distinto. Más fuerte. Y no en buen sentido.
—Este huele diferente —comentó uno de los socios—. Tiene más olor a alcohol que a la esencia.
—Fue un error en la preparación, señor —respondió Analisse rápidamente—. Pero hicimos todo lo posible para que saliera bien. Tengo una explicación…
—No des explicaciones ahora. Luego hablaremos en privado —interrumpí, mirándola con firmeza—. Señores, los errores suceden, pero en esta empresa no se tolera la falta de competencia. A veces, el problema no es el producto, sino quien lo prepara.
Algunos ejecutivos asintieron en silencio. Uno incluso murmuró:
—Si una mujer en preparación no es competente, debería ser despedida.
—Tomaré mi decisión —respondí con voz seca—. Ahora, volvamos al punto. ¿Qué les pareció el porcentaje de concentración del producto?
—Excelente —respondió otro ejecutivo—. Muy buen porcentaje, pero, como le digo, el fallo fue en la preparación.
—Eso lo aclararemos después. Si el error es de ella, los demás no deberían verse afectados.
—Exactamente, eso pienso — mencionó uno de los socios.
—Esperemos que no vuelva a ocurrir cuando el producto se entregue al mercado.
—No se preocupe, señor. Le doy mi palabra que no volverá a pasar —aseguró Manuel, algo nervioso.
La reunión continuó con normalidad, pero yo no podía dejar de observar a la chica. Estaba tensa, casi al borde del colapso. No dije más. Dejé que todo siguiera su curso.
Al terminar la reunión, me acerqué a Manuel.
—¿Qué pasó en el laboratorio?
—Se lo juro, señor, hicimos lo mejor. No entiendo qué falló. Analisse preparó bien el lote…
—Pues tienes que averiguar quién entra y sale del laboratorio cuando estás ocupado. Y más vale que no vuelva a pasar, porque si no, tú y tu grupo se van a la calle. ¿Entendido?
—Sí, señor.
—¿Puedo hablar con usted? —escuché la voz de Analisse la chica en cuestión.
—Estoy ocupado por ahora. Quizás más tarde —le respondí sin mirarla, y salí de la sala con paso rápido.
Mi asistente se acercó.
—¿Desea que ejecute alguna orden, señor?
—Después te diré qué hacer. Por ahora, no.
—¿Y cómo vio a los compradores señor, ¿Cree que quedaron satisfechos?
—Quizás… Pero con ese error, no lo sé. Luego te diré qué hacer. Tengo otras prioridades en este momento.
Dicho eso, entré a mi despacho, cerré la puerta y me senté, apoyando los codos sobre el escritorio. Miré fijamente la pared, pensativo. Muevo la cabeza en negación.
Quizá, sería bueno despedirla, y listo.
Llamo al señor Derek, el contesta al primer pitido.
—Señor Blackwell ya tengo información, en seguida se lo mando al correo.
—Perfecto, me averiguaste de momento lo del hospital.
—Sí señor, todo.
Asentí y luego cuelgo la llamada, para entrar a mi correo y ver lo que mandé a investigar.
Observo con atención los documentos de esa chica. Su perfil es interesante. Según su madre tiene cáncer senos, o de mamas, no sé, nunca me ha interesado mucho la diferencia. El punto es que está en una situación vulnerable, y quizás eso pueda servirme. Todavía no me decido del todo, pero algo me dice que podría ser justo lo que necesito. Sería beneficioso para ella, por supuesto, y evidentemente también para mí.
Lo que estoy buscando es simple: un hijo.
Sonrío de par en par mientras decido que es momento de hacer mi primera jugada. Tomo el teléfono y llamo a Vicenzo. Al primer pitido, responde, como siempre, con su sarcasmo característico.
—¡Que deseas mi primo bello! —dice con esa risa burlona—. ¿Qué puedo hacer por ti? Porque yo, sinceramente, no tengo nada bueno para ti… A ti lo que te encantan son las mujeres.
—Vicenzo, deja las bromas —le digo con seriedad, harto de su estilo tan poco refinado—. No sé para qué te pusieron ese nombre, no va contigo.
—Está bien, está bien —responde entre risas—. Dime, ¿en qué te puedo servir?
—Necesito que hagas algo por mí.
—¡Vaya! ¿Sirvo para algo al fin? —bromea otra vez.
—Deja ya tus bromas, por favor. Podemos hablar en serio un momento.
—Sí, sí, listo. Me comportaré como todo un hombre —cambia el tono de voz al instante.
—Necesito que visites a una chica. Creo que ya encontré a la mujer que será la madre en alquiler para el futuro heredero del CEO.
—A ver, a ver, a ver… ¿De verdad, primito?
—Sí. Necesito que la visites este fin de semana. Le vas a entregar un contrato. En él se estipulará todo. Y antes de eso… voy a echarla de la empresa.
—¿Qué? ¿De verdad vas a hacer eso?
—Así mismo es. La voy a sacar. Quiero que acepte el dinero, y para eso necesito cortarle cualquier otro camino. Obviamente no pienso decirle todos los detalles. Ni mucho menos que yo estoy detrás. Por ahora no debe saber con quién se acostará.
—Eso suena… bastante mal, ¿no crees? Ten piedad primo.
—¿Por qué tendría que tener piedad?
—No sé, Leonard… no todos son... Ella es una chica…
—¡Basta! No quiero hablar de eso. Es mi orden. Y si no la cumples, ya sabes lo que eso significa.
—Está bien, está bien. Ya voy en camino a tu empresa para que me des más información. También quiero conocerla.
—Tengo aquí sus documentos, alijerate.
Cuelgo la llamada sin despedirme. Doblo los papeles, me acomodo en la silla de cuero, cruzo las piernas y giro suavemente mientras pienso. Esa chica… tiene una cara bonita, aunque también algo turbulenta. Me gustaría verla fuera de aquí. Necesito una excusa. Ya la tengo. Le daré mucho dinero a cambio. Lo suficiente como para que no tenga que volver a preocuparse en su vida.
¿Quién no aceptaría una suma tan grande solo por una noche? Solo necesito embarazarla. Eso es todo.
El único detalle es que acepte. Pero dudo que se niegue. El dinero lo puede todo.
Mis pensamientos se ven interrumpidos por el sonido del intercomunicador.
—Dime, Lisandra.
—Señor, la señorita Analisse, solicita verlo.
Vaya. Eso está mejor de lo que pensé.
Le pedí a mi secretaria que la hiciera pasar. La puerta se abrió con suavidad y ella entró con paso firme, aunque notoriamente inquieta.
—Muy buenas tardes, señor —me saludó, manteniendo la compostura—. Me gustaría hablar con usted sobre el error que acaba de suceder. No fue mi culpa, y se lo dejé claro hace unas horas. Necesito que me ayude con esto, porque sé que no fui yo quien cometió el fallo. Preparé todo conforme a las instrucciones del señor Manuel. Seguí cada paso al pie de la letra. No podría haber cometido un error.
La observé en silencio durante unos segundos. Era, sin duda, hermosa. Un cuerpo con curvas pronunciadas, pechos redondos que llenaban su blusa con naturalidad. Su cabello rubio brillaba como oro bajo la luz artificial de mi oficina, y sus ojos… sus ojos eran de un azul profundo, como si guardaran secretos. Podría ser la madre perfecta para mi futuro heredero.
—Lamento decirte esto —interrumpí, cortando de golpe su intento de defensa—. No quiero escuchar más explicaciones. Estás despedida.
—¿Cómo? —preguntó, atónita.
—Lo lamento... aunque en realidad, no. No hay pruebas de que haya entrado otra persona. Ese lugar es restringido. Solo ustedes tienen acceso. No necesito más excusas.
Ella intentó hablar, justificar, pero levanté una mano para detenerla. No le permitiría arruinar mi excusa perfecta. Necesitaba aprovechar este momento.
—Estás despedida. Alanisse, espero que entiendas eso. Recoge tu paga esta misma tarde y retírate de mi empresa. No eres una mujer competente. Además, estás enferma. Esa alergia no es un problema para mí, pero no tengo intención de lidiar con asuntos ajenos. Tal vez encuentres algo mejor allá afuera.
—¿Me está echando de esa manera? —dijo ella, con un tono entre el dolor y la indignación.
—Tómalo como una señal de que algo mejor vendrá para ti.
—Pensé que era un hombre de palabra, un hombre justo. ¿No puede siquiera investigar qué pasó realmente? ¿Va a condenarme así de fácil?
—Las órdenes las doy yo. No permito que nadie venga a decirme cómo manejar mi empresa. Estoy siendo amable. Retírate. Estoy ocupado.
Bajó la cabeza, derrotada. Vi una lágrima deslizarse por su mejilla. No dijo nada más. Solo murmuró:
—Está bien. Me iré. Solo espero que no se arrepienta de esto.
—¿Arrepentirme? —solté una risa seca—. No estamos en el mismo nivel social. Gracias por tu tiempo. Hasta luego.
—Gracias por la humillación. Hasta luego —respondió con dignidad, antes de salir.
Bufé apenas se cerró la puerta. Algo dentro de mí se revolvió. ¿Por qué me sentía mal? Ella tendrá una mejor vida, debería estar agradecida. Pero en fin… aún no sabe lo que le espera.
Me recosté en el sillón y esbocé una sonrisa ladeada. Todo esto… solo para asegurarme de conseguir un hijo. Espero que mi primito cumpla bien con su parte.
Analisse.Salí de la empresa con un nudo en la garganta, deseando desaparecer, deseando que todo fuera solo una pesadilla. Caminé rápido, ignorando las risas contenidas y las miradas de burla de algunas compañeras. Incluso esa mujer alta, la que siempre me miraba por encima del hombro como si yo no valiera nada, me lanzó una mirada arrogante que me quemó por dentro. Subí a un taxi queriendo llorar, pero me lo tragué todo. Me tragué las lágrimas, el orgullo, el miedo. No podía quebrarme. No ahora.Después de una hora atrapada en el tráfico, llegué al apartamento que comparto con mi mamá. Subí las escaleras con el cuerpo arrastrando, sin fuerzas, sin alma. Ni siquiera me di cuenta cuando ya estaba frente a la puerta con la llave en la mano. Solté un bufido y me prepare para decirle a mi madre que me había quedado sin trabajo.***Había pasado ya una semana… en la pase dias enteras buscando trabajo como una loca, y no encontraba absolutamente nada. Me sentía frustrada, desesperada. Cami
Leonard Me senté en la mesa del restaurante con la vista fija en la entrada, esperando a que llegara mi primo con los documentos firmados. El ambiente era elegante, silencioso, con música suave de fondo que no lograba distraerme de mis pensamientos. Pedí una copa de vino tinto apenas llegué, solo para matar el tiempo, incluso creo que ella ya se ha realizado varios exámenes para ver si sería fértil para quedar embarazada. Deslicé el dedo por la pantalla de mi teléfono una vez más. Las fotos de ella estaban ahí. Imágenes tomadas desde varios ángulos, con diferentes expresiones. Observé cada detalle: sus ojos, sus labios, su cuerpo. No podía negar que era atractiva, a pesar de estar un poco pasada de peso. Pero eso no me importaba. Nunca me ha importado el físico en estos asuntos. Lo único que me interesa es que cumpla con lo estipulado en el contrato.Estoy seguro de que lo leyó de principio a fin. Nadie en su posición rechazaría tres millones. Tres millones que no cualquiera ve en s
AnalisseEstaba dispuesta a hacerlo, aunque me aterraba. Me daba miedo, un miedo que se enredaba en el estómago y me subía por la garganta como un nudo de incertidumbre. No sabía realmente quién era ese hombre… no el que se presentó con ese contrato, sino el otro, con quien tendría que acostarme. Porque sí, había un contrato, un sello, una firma… todo legal, supuestamente. El tipo que me lo hizo firmar me aseguró que, si algo salía mal, yo misma podía tomar medidas. Que estaba protegida. Pero, ¿qué protección hay realmente cuando estás vendiendo tu cuerpo y posiblemente tu alma?Había hecho una llamada unos días antes, queriendo asegurarme de que todo esto no era una trampa, una mentira disfrazada de oportunidad. Y sí, el hombre existía. Era parte de una familia poderosa, reconocida… intocable. El tal Vicenzo Rodríguez si venia de una gran familia. Pero él no era el que me preocupaba. No era con él con quien tendría que compartir una cama esta noche.Me miré en el espejo, con el rostr
AnalisseLo único que puedo hacer ahora es quedarme en silencio. Este momento… no sé cuántas horas llevamos ya teniendo sexo. Solo sé que hemos descansado apenas unos minutos, y aún así siento mi cuerpo al límite. Estoy recostada, sin saber qué decir ni qué hacer. Leonard, se tomo una copa del vino que quedó sobre la mesita de noche y luego se coloca un shorts y salió de la habitación. Al ver que sale al balcón, me levanto con dificultad y camino hasta el baño. El agua comienza a correr y yo me meto bajo la ducha. El agua caliente no calma la tensión; al contrario, me hace soltar un suspiro cargado de vergüenza y confusión. Lo que acabo de hacer… lo que acabamos de hacer… Es algo que no me creo ni yo misma. ¿Cómo terminé aquí?—¿Quieres que te acompañe? —escucho su voz detrás de mí. Me sobresalto, no lo esperaba. Pero él no espera mi respuesta. Entra, sin más.Se acerca por detrás y siento su cuerpo, su dureza contra mí. Me estremezco, no por deseo, sino por el conflicto que me carcom
LeonardMe encontraba en mi oficina, sumergido entre papeles, observando las proyecciones de ventas para el próximo trimestre, cuando escuché la puerta abrirse, si mi asistente no me aviso. Sabia que era mi madre, la única que entraba sin permiso. Ni siquiera me moleste en levantar la mirada, sabía que me miraba con esa expresión molesta que parecía haberse tatuado en su rostro desde que tengo memoria.—No entiendo qué haces con tu vida, Leonard —dijo, cruzando los brazos con la misma rigidez con la que cruzaba cualquier emoción humana.Creo que jamás amó a mi padre. Estoy casi seguro de que se embarazó por obligación, por presión familiar o por no quedarse sola en su carrera hacia la cima. Y ahora, por supuesto, quiere que yo repita su historia: que me sacrifique, que me obligue, que cree un heredero por deber, no por deseo.—A que viniste Devora. — Espete mirando mi computadora.—Lo sabes muy bien.Lo que ella no sabe —lo que casi nadie sabe— es que ya estoy en ese proceso. Le daré
AnalisseHa pasado una semana desde que me mudé a esta casa. No puedo negar que vivo cómodamente. Me levanto y siempre hay comida. El agua que sale del grifo es calientita, refrescante. Esta mañana iré a buscar a mamá. Lleva una semana internada en el hospital privado recibiendo su tratamiento. Anoche vine a quedarme aquí porque me sentía agotada, y aún no le he contado exactamente nada sobre lo que hice para conseguir el dinero que nos permitió internarla allí. Sé que cuando la traiga a esta casa me hará muchas preguntas… y no tengo idea por dónde empezar.Lo único que ella necesita saber, por ahora, es que estará bien. Que ya no tendrá que trabajar ni preocuparse por el dinero. Con el dinero que me dio ese cretino… ese tirano, lo primero que he hecho es apartar una parte para ahorrar. No sé qué haré exactamente con mi vida, pero necesito pensar en opciones. Me cuesta creer que al… venderme, haya terminado viviendo en una casa enorme, con empleada seguridad y todo incluido. Y aunque
LeonardMiraba desganado a los demás. Mi madre como siempre, tratando de llamar la atención. A su alrededor, varios hombres y mujeres de la alta sociedad sonreían, satisfechos, mientras la mesa rebosaba de buena comida Gourmeth vinos de los más caro. Su esposo, ese hombre que había ocupado el lugar de mi padre, saludaba como si fuera un gran señor, como si de verdad perteneciera a ese círculo de élite.Yo, en cambio, los miraba con molestia. Consulté mi reloj; el aburrimiento me carcomía. Ya quería que todo terminara. Me repugnaba estar entre tantas falsedades, entre sonrisas plásticas y palabras vacías.Se hacercaron varios hombres, sonrientes, y me rodearon como si fuera un trofeo.—Aquí está el distinguido señor Blackwell —dijo uno de ellos, tendiéndome la mano—. Es un honor verlo en esta cena familiar.—Muchas gracias —respondí con frialdad, estrechando su mano apenas.—Su madre es una mujer muy distinguida y refinada —añadió el señor George —. Nos ha invitado a este evento con l
AnalisseSuelto un suspiro pesado. Realmente no se me ha bajado el período, y eso solo puede significar una cosa. No he tenido ningún malestar, tampoco, lo que me confunde aún más. No sé cómo es tener un bebé, no sé cómo debería sentirme, lo que debo hacer es la prueba de embarazo, por otro lado me he sentido demasiado aburrida estos días. No he encontrado un buen trabajo, y para colmo, no podria trabajar, ya que el tirano de señor Leonardo, me pidio que me cuidara cuando me embarazara. Aque quiera, no podré. El mismo, le dio orden a la empleada para que me vigilara de cerca. Qué absurdo. Hace como una semana me mandó un mensaje preguntándome “¿Qué ha pasado?”... y yo solo respondí “nada”. Pero ya ha pasado más de un mes. Y ahora, viendo que no me ha llegado el período, todo parece encajar: probablemente esté embarazada.Suelto otro suspiro, esta vez más resignado, y decido entrar a la farmacia. Compro dos pruebas de embarazo, no quiero confiar en solo una. Luego me dirijo al super me