Leonard Me senté en la mesa del restaurante con la vista fija en la entrada, esperando a que llegara mi primo con los documentos firmados. El ambiente era elegante, silencioso, con música suave de fondo que no lograba distraerme de mis pensamientos. Pedí una copa de vino tinto apenas llegué, solo para matar el tiempo, incluso creo que ella ya se ha realizado varios exámenes para ver si sería fértil para quedar embarazada. Deslicé el dedo por la pantalla de mi teléfono una vez más. Las fotos de ella estaban ahí. Imágenes tomadas desde varios ángulos, con diferentes expresiones. Observé cada detalle: sus ojos, sus labios, su cuerpo. No podía negar que era atractiva, a pesar de estar un poco pasada de peso. Pero eso no me importaba. Nunca me ha importado el físico en estos asuntos. Lo único que me interesa es que cumpla con lo estipulado en el contrato.Estoy seguro de que lo leyó de principio a fin. Nadie en su posición rechazaría tres millones. Tres millones que no cualquiera ve en s
AnalisseEstaba dispuesta a hacerlo, aunque me aterraba. Me daba miedo, un miedo que se enredaba en el estómago y me subía por la garganta como un nudo de incertidumbre. No sabía realmente quién era ese hombre… no el que se presentó con ese contrato, sino el otro, con quien tendría que acostarme. Porque sí, había un contrato, un sello, una firma… todo legal, supuestamente. El tipo que me lo hizo firmar me aseguró que, si algo salía mal, yo misma podía tomar medidas. Que estaba protegida. Pero, ¿qué protección hay realmente cuando estás vendiendo tu cuerpo y posiblemente tu alma?Había hecho una llamada unos días antes, queriendo asegurarme de que todo esto no era una trampa, una mentira disfrazada de oportunidad. Y sí, el hombre existía. Era parte de una familia poderosa, reconocida… intocable. El tal Vicenzo Rodríguez si venia de una gran familia. Pero él no era el que me preocupaba. No era con él con quien tendría que compartir una cama esta noche.Me miré en el espejo, con el rostr
AnalisseLo único que puedo hacer ahora es quedarme en silencio. Este momento… no sé cuántas horas llevamos ya teniendo sexo. Solo sé que hemos descansado apenas unos minutos, y aún así siento mi cuerpo al límite. Estoy recostada, sin saber qué decir ni qué hacer. Leonard, se tomo una copa del vino que quedó sobre la mesita de noche y luego se coloca un shorts y salió de la habitación. Al ver que sale al balcón, me levanto con dificultad y camino hasta el baño. El agua comienza a correr y yo me meto bajo la ducha. El agua caliente no calma la tensión; al contrario, me hace soltar un suspiro cargado de vergüenza y confusión. Lo que acabo de hacer… lo que acabamos de hacer… Es algo que no me creo ni yo misma. ¿Cómo terminé aquí?—¿Quieres que te acompañe? —escucho su voz detrás de mí. Me sobresalto, no lo esperaba. Pero él no espera mi respuesta. Entra, sin más.Se acerca por detrás y siento su cuerpo, su dureza contra mí. Me estremezco, no por deseo, sino por el conflicto que me carcom
LeonardMe encontraba en mi oficina, sumergido entre papeles, observando las proyecciones de ventas para el próximo trimestre, cuando escuché la puerta abrirse, si mi asistente no me aviso. Sabia que era mi madre, la única que entraba sin permiso. Ni siquiera me moleste en levantar la mirada, sabía que me miraba con esa expresión molesta que parecía haberse tatuado en su rostro desde que tengo memoria.—No entiendo qué haces con tu vida, Leonard —dijo, cruzando los brazos con la misma rigidez con la que cruzaba cualquier emoción humana.Creo que jamás amó a mi padre. Estoy casi seguro de que se embarazó por obligación, por presión familiar o por no quedarse sola en su carrera hacia la cima. Y ahora, por supuesto, quiere que yo repita su historia: que me sacrifique, que me obligue, que cree un heredero por deber, no por deseo.—A que viniste Devora. — Espete mirando mi computadora.—Lo sabes muy bien.Lo que ella no sabe —lo que casi nadie sabe— es que ya estoy en ese proceso. Le daré
AnalisseHa pasado una semana desde que me mudé a esta casa. No puedo negar que vivo cómodamente. Me levanto y siempre hay comida. El agua que sale del grifo es calientita, refrescante. Esta mañana iré a buscar a mamá. Lleva una semana internada en el hospital privado recibiendo su tratamiento. Anoche vine a quedarme aquí porque me sentía agotada, y aún no le he contado exactamente nada sobre lo que hice para conseguir el dinero que nos permitió internarla allí. Sé que cuando la traiga a esta casa me hará muchas preguntas… y no tengo idea por dónde empezar.Lo único que ella necesita saber, por ahora, es que estará bien. Que ya no tendrá que trabajar ni preocuparse por el dinero. Con el dinero que me dio ese cretino… ese tirano, lo primero que he hecho es apartar una parte para ahorrar. No sé qué haré exactamente con mi vida, pero necesito pensar en opciones. Me cuesta creer que al… venderme, haya terminado viviendo en una casa enorme, con empleada seguridad y todo incluido. Y aunque
LeonardMiraba desganado a los demás. Mi madre como siempre, tratando de llamar la atención. A su alrededor, varios hombres y mujeres de la alta sociedad sonreían, satisfechos, mientras la mesa rebosaba de buena comida Gourmeth vinos de los más caro. Su esposo, ese hombre que había ocupado el lugar de mi padre, saludaba como si fuera un gran señor, como si de verdad perteneciera a ese círculo de élite.Yo, en cambio, los miraba con molestia. Consulté mi reloj; el aburrimiento me carcomía. Ya quería que todo terminara. Me repugnaba estar entre tantas falsedades, entre sonrisas plásticas y palabras vacías.Se hacercaron varios hombres, sonrientes, y me rodearon como si fuera un trofeo.—Aquí está el distinguido señor Blackwell —dijo uno de ellos, tendiéndome la mano—. Es un honor verlo en esta cena familiar.—Muchas gracias —respondí con frialdad, estrechando su mano apenas.—Su madre es una mujer muy distinguida y refinada —añadió el señor George —. Nos ha invitado a este evento con l
AnalisseSuelto un suspiro pesado. Realmente no se me ha bajado el período, y eso solo puede significar una cosa. No he tenido ningún malestar, tampoco, lo que me confunde aún más. No sé cómo es tener un bebé, no sé cómo debería sentirme, lo que debo hacer es la prueba de embarazo, por otro lado me he sentido demasiado aburrida estos días. No he encontrado un buen trabajo, y para colmo, no podria trabajar, ya que el tirano de señor Leonardo, me pidio que me cuidara cuando me embarazara. Aque quiera, no podré. El mismo, le dio orden a la empleada para que me vigilara de cerca. Qué absurdo. Hace como una semana me mandó un mensaje preguntándome “¿Qué ha pasado?”... y yo solo respondí “nada”. Pero ya ha pasado más de un mes. Y ahora, viendo que no me ha llegado el período, todo parece encajar: probablemente esté embarazada.Suelto otro suspiro, esta vez más resignado, y decido entrar a la farmacia. Compro dos pruebas de embarazo, no quiero confiar en solo una. Luego me dirijo al super me
Leonard Escuchaba a mi madre con la misma atención que se le presta a un zumbido molesto. Su voz reverberaba en el salón con esa autoridad fingida que tanto detesto. Decía que para heredar la fortuna de mi padre y abuelos debía cumplir dos requisitos: tener un heredero y conseguir una esposa. Absurdo. Una farsa patética digna de una telenovela barata.Me puse de pie, ajusté mi saco Armani con elegancia medida y miré a cada uno de los presentes con frialdad: a mi madre, a sus inútiles hermanos, y al estúpido nuevo esposo que se atrevía a ocupar el lugar de mi padre.—¿Y por qué demonios me estás dando hasta ahora el dictamen del testamento? —repliqué, mordaz, sin molestia de disimular mi desdén.Mi madre, tan arrogante como siempre, se acercó y dejó los papeles sobre mi escritorio sin parpadear.—Cumples con lo estipulado… o ya sabes qué hacer, querido hijo. Tu hermano se hará cargo si decides no cumplir. Lamento informarte que no pienso dejar lo que es mío en manos de nadie más. Tu p