Capítulo 4

Analisse 

Mientras caminaba rumbo a la empresa, tras bajar del metro, decidí detenerme en un pequeño cafetín a comprarme unos panecillos dulces y un café. Me sentía desanimada, vacía… ni siquiera sabía qué hacer ahora. Mamá había recibido las noticias y, aunque sonrió con ternura y acarició mi cabeza antes de entrar a su habitación, yo sabía que se encerró a llorar, a liberar ese dolor que la carcomía por dentro. Pobrecita.

Tengo que hacer todo lo posible para que al menos pueda acceder a un tratamiento. Le propuse ir al hospital, pero ella solo me respondió con dulzura:

—No te preocupes, hija. Ve al trabajo, yo veré qué hacemos después.

No puedo perder más tiempo, pero tampoco puedo darme el lujo de dejar este trabajo. Lo necesito. Si lo dejo, no podré pagar las quimioterapias ni los tratamientos… Por lo menos quiero esperar a que llegue la quincena para sacar adelante ese tratamiento. Esta tarde la acompañaré a un hospital privado, uno donde el doctor Julio me asignó una cita. Tal vez, con una recomendación suya, puedan hacernos algún descuento.

Suspiro hondo. Limpio con disimulo las lágrimas que están por salir y me decido a entrar al edificio.

Miro a mi alrededor y, al llegar a la entrada de la procesadora, coloco mi huella en el lector. La puerta se abre con un pitido leve. No veo a mis compañeras de siempre, solo a otro grupo. Dejo mi café y los panecillos a un lado, me pongo el traje blanco, la mascarilla y la gorra.

—Viniste temprano —me dice el encargado.

—Buenos días. Sí, ya vamos a empezar.

—Sí, empezaremos. Por favor, no cometas el error de ayer.

—No se preocupe, haré lo mejor que pueda.

Apenas empieza la jornada, el fuerte olor de los químicos me golpea. Frunzo el rostro, me coloco los guantes y me acerco a la máquina.

—¿Cuántos años tienes? —me pregunta de pronto uno de los supervisores.

—¿Por qué la pregunta?

—Eres muy hermosa.

Sonrío, apenas.

—Gracias… se lo agradezco por su buen gesto.

Sigo trabajando. Me concentro en las combinaciones, mientras él pasa los frascos con los nuevos aromas. Me sorprende cómo puede resistir tanto olor sin marearse.

—Bueno, esta parte ya está. Ahora hay que pedirles a las demás que los prueben — menciona él.

Observo la sala. Hay varias trabajadoras más, pero parece que por ahora él solo trabaja conmigo. Y eso me pone algo nerviosa… o tal vez es el cansancio, el peso emocional de todo. Me siento presionada, frágil.

Después de casi dos horas, salgo al comedor para tomar un respiro. Saco mis panecillos y mi café, dispuesta a recobrar energías.

Dinora camina con pasos elegantes y se sienta a mi lado.

—Hola, ballena —dice en voz alta, con sorna.

La ignoro. No tengo ni fuerzas ni intención de prestarle atención.

—¿Te hablo a ti o a otra ballena? Porque que yo sepa, no hay más ballenas en esta empresa que tú —continúa con desprecio.

No le respondo. Me limito a tomar un sorbo de mi café.

—Te estoy hablando —insiste.

De repente, siento algo frío sobre mí. Ella me ha lanzado su bebida.

—¡¿Pero qué demonios te pasa?! —reclamo, con voz temblorosa.

—Ay, pero si eres una puerca. ¡Mira, pusiste tu mano y me botaste mi bebida encima! No lo puedo creer, lo estas haciendo por gusto.

Las risas se expanden por la sala. Siento las miradas clavadas en mí. Rápidamente intento limpiarme.

—Cuando uno te habla, quieres responder. 

—¿Te crees la dueña aquí? ¿Te crees importante? Déjame en paz —vociferó con furia.

—¡Por favor! No puedes estar a mi altura, eres una incompetente, una ballena que salio del mar ya que tampoco te quieren ahí.

Me levanto. Estoy temblando de rabia y vergüenza.

—Si yo soy una ballena, tú eres una jirafa. ¿Qué te parece? —digo, tratando de mantener la calma.

—¿Crees que por tener cuerpo ya eres la belleza de este lugar? ¡Por favor!—  Está vez dije sin chistear.

Entra más gente al cafetín. Decido ir al baño para limpiarme. Me quito la blusa manchada de bebida dulce. Una compañera se me acerca con amabilidad.

—No deberías dejar que te humille así. ¿Por qué no le das quejas al Ceo?

—No lo haré —le respondo mientras me pasa unas toallitas húmedas.— Muchas gracias 

—Bueno, te dejo. Cuídate — se despide, y sale.

Yo continúo limpiándome. Mi piel está pegajosa. Me echo agua. Miro hacia abajo. De pronto, entran varias chicas al baño. Dinora también entra, con aire desafiante.

—¿Cómo se te ocurre hablarme así delante de las demás? —me grita, y me jala del cabello.

La empujo con fuerza y ella se tambalea.

—¡Maldita, estúpida! ¿Quién te crees? Eres una gorda, un espanto. Una supuesta alérgica que solo quiere llamar la atención. Si yo fuera el jefe, ya te habría echado.

—¡No me vuelvas a hablar así!

—Claro que sí. Me das asco. Eres una gorda insípida.

Dicho eso, se va.

Me quedo ahí, sola, con los puños apretados, harta, dolida. ¿Quién se cree ella para hablarme así?

Salgo del baño. Ni siquiera tengo hambre ya. Guardo los panecillos y termo del café en mi bolso y regreso a la procesadora. Varias chicas ya están ahí.

—¡Viene el CEO! ¡Pónganse a trabajar, mujeres! —anuncia el encargado.

Asiento, me coloco la mascarilla y los guantes. Me obligo a enfocarme. No puedo perder este empleo. No ahora.

Estoy nerviosa cuando entra el CEO. Su sola presencia hace que el aire pese más. Observa todo con detalle, sin perderse nada. Apenas da la orden, su asistente comienza a tomar fotografías mientras los técnicos colocan los aromas en los frascos químicos.

No entiendo por qué este hombre me hace sentir así… Desde aquella vez. Desde que dijo frente a todos que personas "enfermas" como yo no deberían trabajar aquí. Desde entonces, hay algo en su voz que me sacude por dentro. Me hace sentir pequeña, humillada.

Mientras habla con tono déspota y riguroso, se acerca unos pasos hacia mí. Me mira fijo.

—¿Qué sucede? ¿Sigues con tu supuesta alergia? —pregunta. Las demás sueltan una risita. Bajo la mirada.

—Estoy tomando analgésicos, sí… discúlpeme, señor.

—No bajes la cabeza —responde cortante—. Continúa trabajando. Como te dije: si sientes que no puedes con la alergia, las puertas de esta empresa están abiertas. Recuérdalo. Y no vayas a cometer el mismo error que antes, quebrando productos importantes. Esto no cuesta un dólar, cuesta muchos. Que no se te olvide.

—No, señor. No volverá a suceder.

—Eso espero. Mezclen bien eso. No quiero errores cuando me pasen la muestra. Quiero el mismo aroma, ya lo saben.

Dicho eso, me echa una última mirada y se va.

Suelto un suspiro, negando con la cabeza. ¿Qué puedo hacer? Trato de concentrarme, de no prestar atención a esas cosas, porque sé que igual me irá mal. Necesito este trabajo… aunque me humillen, aunque me degraden por mi cuerpo. No tengo otra opción.

Termino lo mío y salgo a lavarme las manos. En breve tendremos que ir a la sala donde él y los demás evaluarán las muestras.

Pero entonces noto algo raro. Una de las esencias no tiene el mismo color. Me acerco con disimulo. Huelo. No es la misma fragancia. Algo está mal.

No quiero problemas. No quiero que piensen que fui yo. No otra vez.

Tomo aire. Me seco las manos y camino directo a la oficina del CEO. Toco la puerta. Su asistente me mira con sorpresa, pero él autoriza mi entrada con un gesto.

—¿Qué quieres ahora? —pregunta sin mirarme, revisando unos documentos.

—Señor —respondo con la voz firme, aunque por dentro tiemblo—. Vengo a decirle algo que noté. En la zona de procesamiento de las fragancias. Una de las mezclas no es la misma. No quiero que luego haya confusiones ni que se me culpe de un error que no fue mío. Preferí avisar, antes de que pase a la siguiente etapa.

Levanta la vista, por fin.

—¿Insinúas que alguien cometió un error?

—Solo le digo lo que observé. Algo no está bien en esa mezcla.

Guarda silencio unos segundos, sin mostrar emoción alguna. Luego asiente levemente.

—Está bien. Puedes irte.

Replicó señalando la puerta de Cristal.

Salgo a toda prisa, no sé si me creyó. No sé si hará algo. Pero al menos esta vez no me quedaré callada.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App