Leonard
Camino en círculos por mi salón mientras miro el reloj una y otra vez. ¿Por qué demonios Analisse no ha llegado? ¿Y por qué me preocupa tanto? Seguramente está con su madre o se distrajo con cualquier cosa. No debería afectarme… pero lo hace. Me enfurece sentir esto por ella. No quiero —¡no puedo!— tener nada con nadie. Maldita sea.
Tomo el teléfono decidido a llamarla. Marco su número, pero enseguida entra el buzón de voz. Aprieto los puños, conteniendo la furia que empieza a hervirme por dentro. Estoy furioso, y lo estoy porque… porque ella me importa. No quiero sentir esto. No de nuevo.
Salgo del salón en dirección al vestíbulo, pero me detengo al ver el coche que he contratado para ella entrar por el portón. Me acerco rápidamente en cuanto la veo bajar con ayuda del chofer. Está cargando algunas bolsas, pero lo que realmente me alarma son sus pies.
—¿Qué te sucedió? —pregunto, acercándome con el ceño fruncido—. ¡Llévale las cosas! —le indico al chofer.
—Sí, señor.
—¿Qué te