Analisse
Mis ojos se abrieron de par en par al ver a la madre del señor Leonard, de pie frente a nosotros observándome con una expresión que no pude descifrar del todo, pero que gritaba: ¿Qué haces tú aquí?
—¿Madre? —dijo Leonard visiblemente sorprendido—. ¿Qué haces tan temprano en mi empresa?
Yo apenas podía respirar. El corazón me latía tan fuerte que temí que se notara.
—Esto me sorprende —continuó ella, alzando una ceja mientras sostenía entre sus dedos mi tarjeta de presentación—. ¿Qué hace tu esposa aquí...? No me digas…
—Madre, por favor —interrumpió Leonard, tratando de mantener la compostura—. ¿Podemos hablar en mi oficina?
—Ay, pero qué educador resultaste ser hoy, querido —ironizó ella
—Por favor, no me hagas un show...
—En serio, dime, ¿por qué no quieres que te haga uno? No te preocupes, no pienso armar ningún escándalo. Es solo que me sorprende ver que tu esposa trabaja en tu empresa. ¿Y ahora qué? ¿Quieres que me quede callada?
Leonard la tomó del brazo con suavidad,