84. AL FIN SALVADA

FLAIR:

Arivay no dejó de abrazar la esfera. La calidez de las llamas, que para cualquiera podría resultar sofocante, parecía reconfortarla. Su rostro apacible, aunque marcado por la preocupación, tenía una belleza que siempre me dejaba sin palabras, incluso en los momentos más críticos, como este.

—Flair, nuestra hija ha sido llevada de un lugar a otro; su alma ha sido desplazada tantas veces que ni siquiera sabemos cuánto le ha costado este viaje. Necesita anclarse de nuevo. Tienes que entenderlo —explicó, mirando a nuestra hija con adoración.

Caminé alrededor de la habitación de fuego, sintiendo el peso de la situación. Sabía que mi esposa tenía razón, pero las obligaciones del reino no esperaban, y ese pensamiento me perseguía como una sombra.

—Está bien —tuve que reconocerlo—. Pero al menos ahora puedes dejar de negarte a tener más hijos. Ya encontramos y rescatamos a nuestra hija.

—Está bien, lo haré —respondió, para mi alegría—. Tendré todos los hijos que quieras. Jamás
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