SOL:

Salimos de la habitación tomados de la mano, adentrándonos en un extenso pasillo iluminado por antorchas. Todo me parece sombrío y oscuro. Miro alrededor según avanzamos, buscando una ventana que me permita ver qué hay afuera, sin resultado.

—¿Es de noche? —pregunto, pues tengo la sensación de haber estado en un lugar donde todo era claridad.

—¿Qué pregunta es esa? —me responde Flair, quien ha sido informado por su esposa de que yo no recuerdo nada—. Nuestro reino es el del fuego, queda ubicado en las profundidades de la tierra, por lo que no tenemos noche ni día. Solo tenemos horas de vigilia y de descanso.

—Perdón, no lo sabía —digo, sintiendo que todo es muy extraño. Pero como he perdido la memoria, no le doy mucha importancia.

—No hay problema. Debes preguntar todo. Nunca has vivido aquí, no conoces nada porque has estado durmiendo desde que naciste —explica mi padre con suavidad, aunque su voz es severa. Mamá me aprieta la mano y me sonríe.

Seguimos caminando. Las antorchas