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MI SEÑOR

MI SEÑORES

Crimen
Tatty G.H  Recién actualizado
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Resumen
Índice

Sinopsis

SofisticadoDiferencia de edadMafiaAmor oscuroControladorDominadorSuspenso

En los años 30, después del asesinato de su amiga, Dulce es subastada por un burdel, y comprada por un postor secreto. ¿Quién es el hombre que la rescata y termina por hundirla? Rafael Riva es un enigma. Y ella... ¿quién es ella realmente?

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MI SEÑOR Novelas Online Descarga gratuita de PDF

Último capítulo

  • QUEDEMONOS JUNTOS

    Aun cuando ella se fue y cerró la puerta a sus espaldas, yo permanecí de pie en el interior, mirando a la nada, con la mente hecha un torbellino de pensamientos. Solo me moví cuando escuché a alguien más entrar y llamarme. —Caramel, ¿qué haces aquí? Me giré y vi a mi prometido a los ojos. Comencé a sentir esa rabia reprimida emerger. —¿Por qué lo hiciste? —le pregunté acercándome a él—. ¡¿Por qué le hiciste creer a Rafael que tú y yo estuvimos juntos en el extranjero! La expresión de Gustave cambio de golpe, y despacio cerró la puerta tras él. —Deberías bajar la voz, Dulce, alguien podría oírte. Quise reírme. —No me interesa quién escuche. ¡Solo quiero que me digas porqué lo hiciste! Rápidamente él colocó una mano en mi boca. Me miró con los labios apretados, indignado. —Todo mundo, nuestros amigos y personas importantes, ya suponían que tú y yo nos casaríamos. Pero sí tú, Madame Campbell, volvías a los brazos de ese mafioso, ¿Dónde quedaría yo? ¿Qué se diría de mí? Fruncí e

  • NOTICIAS TUYAS

    Al día que siguió, desperté con multitudes de periódicos y revistas esperándome. Cayeron como lluvia sobre mí, y en todas ellas aparecíamos Gustave y yo en el restaurante, con el pequeño bulto que era mi bebé. En todas esas notas, mi nombre resaltaba en grandes letras, junto a la frase: Próximo matrimonio e hijo secreto. — “Tuvieron un hijo en el extranjero y lo mantuvieron en secreto” —recitó Kary para mí, colocando un puñado de periódicos en mi cama—. “La famosa Madame Campbell y el señor Gustave son padres de un bebé varón”. Hizo una pelota con el periódico y me lo arrojó a las piernas. —¿Sabe que ahora está obligada a casarse rápido con ese idiota? —inquirió enfadada. En ese momento, entró una mujer de servicio con mi bebé en sus brazos. A pesar de la situación, sonreí y estiré los brazos, acogiéndolo en mi pecho. De solo sentir su calor y respirar esa fragancia de bebé en su piel, me sentí mejor, mucho mejor. Él era todo para mí, absolutamente todo. —Quiero ponerle un nombr

  • ATRACTIVAS IRREALIDADES

    Bajé los ojos hacia mi bebé, dormía plácidamente con los labios un poco abiertos. La mano de Rafael acarició mi mejilla, luego descendió por mi cuello y clavículas, hasta rozar de nuevo la cabeza de mi hijo. —Confiésalo, Dulce. Di que este niño es mío. Apreté ligeramente los labios, deseando no decir nada. Sin embargo, ¿quedaba otra salida? Resignada, alcé los ojos y los clavé en los de mi esposo. —¿Puedes... llevarnos a casa primero? Hace frio aquí. Rafael me miró un momento, y por fin notó que no traía más abrigo que ese delgado vestido de satín negro. Entonces asintió y apoyando una mano en mi espalda baja, me llevó hasta su importado auto alemán. Mientras me ayudaba a entrar y me ponía el cinturón de seguridad, le dijo a mi chofer: —Esperé a la señorita Karina y llévela a casa de Madame Campbell. No esperé al idiota de Gustave Martin. El chofer asintió, mirando cómo me iba con alguien que no era mi prometido. Durante el viaje, yo no dije nada, y Rafael tampoco, solo n

  • AMANTES SINCEROS

    La mano de Gustave raptó a mi cintura, mientras los ojos de mi marido se posaban en mi mirada. Pareció sorprendido al verme de repente, pero inmediatamente se mostró molesto e intrigado. ¿Estaba pensando en mis palabras de esa noche? ¿Se estaba preguntando cual era aquel secreto que ambos compartíamos? Yo aparté la vista de él en cuanto Isabela se abrazó su costado. —Señor Martin, parece que tenemos planes similares para esta noche —dijo con ánimo, aunque observándome a mí. Mi prometido asintió, devolviéndole una cordial sonrisa. —Así es, señorita Bianchi. A propósito, que magnifico auto tiene, señor Riva —dijo, mirando a mi esposo con supuesta admiración. Él asintió, aun mirándome, preguntándome en silencio acerca de aquella noche. —Gracias, es parte de la nueva colección de Mercedes. Lo adquirí en una subasta en Berlín hace algunos meses. Sin poder contenerme, mi atención volvió a él. ¿Mi esposo había estado en Berlín, igual que yo? Sin saberlo, habíamos estado en la misma su

  • PELIGROSOS EFECTOS

    Antes de que Isabela saliera de su conmoción, yo me di la vuelta y corrí al piso superior, con el llanto de mi bebé inquietándome el corazón. Cuando llegué a mi habitación, Kary ya lo tomaba en brazos y lo mecía con energía, intentando tranquilizarlo. Al verme entrar, de inmediato se acercó. —Lo siento, Madame. Se despertó con los gritos. Sin dudarlo tomé a mi bebé de sus brazos, y comencé a arrullarlo con suavidad. Paseé por la habitación, tratando de calmarlo. —Tranquilo, pequeño... No pasa nada. La escuché entrar, antes de voltear y mirarla. Pero Isabela no me veía a mí, sino al bebé que cargaba. Aun parecía sorprendida, más que eso, impresionada. Kary se colocó a mi lado, mirando a Isabela con los ojos bien abiertos. —Un niño... —murmuró Isabela, sujetándose al marco de la puerta. Estaba cada vez más pálida. —Un hijo secreto, ¿me equivoco? Este niño es lo que ocultas dentro de estos muros. Me sentí atrapada, mientras los ojos ausentes de Isabela subían lento, hasta que vo

  • PEQUEÑA MENTIRA

    ¿Lo adivinaría? ¿Desentrañaría mis ebrias palabras y llegaría a mi mansión exigiendo ver a su hijo? Nerviosa como nunca, mecí a mi bebé sobre mis piernas. Lo miré abrir sus rosados labios y bostezar, mirando con sus grises ojos todos los colores y texturas de la habitación; todo era nuevo para él, un descubrimiento a cada minuto. —Las empleadas comienzan a cuchichear sobre el origen del bebé —comentó a mis espaldas, erizándome la piel—. Han creado rumores, preguntándose de quién es el hijo oculto de Madame Campbell. Mantuve los ojos en mi hijo, incluso cuando Gustave se acercó y posó una mano en mi hombro. Sabía que debería sentirme horrible, culpable por haberle sido infiel la misma noche de habernos comprometido. Pero esa era exactamente mi vergüenza: no sentirme culpable. —Y por supuesto, las críticas, les gusta hablar sobre la clase de mujer que debes ser, como para haber dado a luz a un hijo, siendo una dama de alta clase soltera. Contuve el aliento, observando los ojos de

  • PIELES INFIELES

    En algún punto del sexo, cambiamos de posición. Tenía la cabeza en los cielos, más allá de mi control y cualquier remordimiento. El alcohol inundaba mi sangre, y todo lo que hacía estaba fuera de mi control. Empujándolo del pecho, lo hice sentarse sobre la silla, solo para colocarme a horcajadas sobre sus piernas. Le aparté algunos cabellos del bronceado rostro, mientras nos mirábamos con los labios entreabiertos. Sonreí como una tonta. —¿Lo he sorprendido de nuevo, mi señor? Acaricié su mandíbula con las uñas, suspirando cerca de su boca. —¿Temía que pudiera hacer todo esto con Gustave? —le dije, llevando mi mano a su entrepierna, solo para tomarlo y acariciarlo con destreza. Él medio gruñó, disfrutando la noche tanto como yo. —Estando ebria, eres demasiado buena —aceptó sujetando mano por la muñeca—. Mucho mejor que cualquier prostituta, es como si fueses una ninfómana por naturaleza. Que me llamara adicta al sexo, insaciable y depravada, me llenó de un extraño orgullo. Me h

  • ENGAÑOS CARAMELIZADOS

    Miré los pequeños diamantes de 18 kilates adornando la sortija dorada en mi dedo; era grande, hermosa, y seguramente única. Apreté el puño, sintiendo el oro y el peso de esa joya. —¿Te gusta? —inquirió, ignorando lo pálida que estaba. Después de tan inesperado anuncio, el coctel continuó. Y ahora, solo Gustave y yo permanecíamos en un rincón. —¿Por qué dijiste que estuvimos juntos en el extranjero? —le pregunté, evadiendo su propia pregunta. Él me acarició el cabello, rozando la horquilla en mi peinado. —¿Te molesta, Caramel? —inquirió suavemente—. Solo preparo todo, para cuando se revele la existencia del niño. No queremos que hablen de más, y supongan cosas. ¿Era realmente así? Si lo había hecho por mí, no podía reclamarle más. —Gustave, con el compromiso, no quisiera pensar que una boda... Sin oírme en absoluto, me acorraló en una esquina del salón. Mirándome con fijeza, apoyó una mano en mi mejilla. Nos miramos, él embelesado, y yo queriendo escapar. —Caramel, me gustas m

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  • Amargo recordar (Saga Amores Inolvidables I)
  • Casada Con Mi Jefe
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79 chapters
PREFACIO
MI SEÑOR/Tatty G.H
—¡Basta! ¡Solo esta vez deténgase! —le rogó ella entre llantos, aferrada a su pierna mientras su bata roja resbalaba de sus delgados hombros. La había visto. Un sonoro golpe de metal contra mi puerta me hizo apretar los ojos, a la vez que mis propios sollozos aterrados me ensordecían los oídos. Quería que parará, solo esa vez. Solo una última vez. —¡Déjela en paz! —volvió a suplicarle ella, su voz se oía ronca a causa de lo mucho que ya había gritado esa noche—. ¡Por favor, solo una vez más! ¡Solo esta vez...! —¡Suéltame ya, zorra! —le gritó él con una estruendosa voz grave—. ¡Me tienes harto! Posteriormente, escuché el seco impactó de la barra de metal contra algo blando, seguido de un desgarrador grito agonizante. —¡Isabel! Me giré rápidamente y con las dos manos me aferré a la perilla de la puerta, comencé a abrirla... —¡No! —exclamó ella—. ¡Quédate dentro, Dulce! ¡No salgas! A través de la pequeña rendija que había logrado abrir, la pude ver tendida en el suelo, a los pie
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LIBERAME
MI SEÑOR/Tatty G.H
Descargó la barra de metal contra mi cuerpo, y yo apenas alcancé a cubrirme con los brazos antes de sentir el golpe. Grité de dolor a la vez que escuchaba mi brazo izquierdo romperse. Por milésima vez, deseé morir como mi hermana. Deseé que acabara conmigo rápido. —¡Vamos, ponte de pie, m*****a mocosa! Con sumo esfuerzo, intenté ponerme de rodillas, pero con un brazo roto y múltiples golpes, ya no tenía fuerzas para defenderme. Solo quería seguirla, a donde sea que ella e hubiese ido, quería ir tras ella. —Por favor, ya... ya... Él levantó de nuevo la barra y me amenazó con ella. Riéndose mientras yo temblaba a sus pies. —¡Qué pequeña tan miedosa! Deberías agradecer seguir viva. ¡Yo te permito vivir! ¡Tu vida es mía! Tensó los brazos y riendo a carcajadas, descargó la barra de nuevo. Yo cerré los ojos y me preparé para el golpe, para gritar y verlo disfrutar mi sufrimiento... Sin embargo, el golpe del metal contra mis costillas nunca llegó. Solo escuché un disparo y, p
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PROTEGEME
MI SEÑOR/Tatty G.H
—Dulce, ¿te gustaría estudiar? Miré a quien consideraba más que mi hermana, y de inmediato asentí con entusiasmo. —¡Sí, sí quiero! Me encantaría poder hacerlo. Ella me sonrió, y vi en sus ojos ese brillo que rara vez me mostraba. Ese día también parecía feliz, aun cuando estaba por visitar al amo en su habitación. —Bien, porque yo te enviaré a la escuela —declaró y yo me emocioné tanto que salté de la cama y me abracé a su delgada cintura. Era tan esbelta que mis manos la rodearon por completo. —¿En verdad, Isa? ¿Tú puedes hacer hago así? Con ternura, me acarició la cabeza antes de volver la mirada al espejo frente a ella y seguir peinando su largo cabello castaño. Isa era admirable, hermosa, inteligente, y mucho más madura que yo. Mientras yo tenía apenas 15 años, ella ya había cumplido 25. —Claro que puedo hacerlo. Cuando nos marchemos de aquí, haré todo eso para mí hermanita. Abrazada a ella, alcé la cabeza y apoyé el mentón en su hombro. Le sonreí. —Gracias. E
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CONDENAME
MI SEÑOR/Tatty G.H
La miré con lágrimas en los ojos. Me dolía mucho el brazo, y no tenía fuerzas para zafarme de su agarre. —Por... por favor... —¿Dulce? Te llamas Dulce, ¿verdad? Asentí repetidas veces. —Qué nombre tan lindo y adorable, tan acorde a ti. Eres bonita bajo esos golpes, sin duda a los clientes les gustaras. Temblé y ella me sonrió con extrema dulzura. —¿Qué edad tienes, Dulce? Debes ser muy joven, pareces una chiquilla. —Tengo.... 19 años... Sentí unas lágrimas rodar por mis mejillas. Y al ver esos ojos grises sin compasión, supe que yo no era libre, todo lo contrario. Mi destino sería peor que lo que acababa de dejar atrás. —Bien, Dulce, te diré qué haces aquí y qué es este sitio. Estás aquí por qué ya no le servirás a Fabian, él esta muerto. Ahora eres propiedad de Odisea. Ella pareció ver lo poco que yo entendía de todo eso, ya que agregó con orgullo: —Odisea es un prestigioso y exclusivo burdel —declaró complacida—. Y tú serás una chica de humo. Tu trabajo será servir
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ADORAME
MI SEÑOR/Tatty G.H
Por orden expresa del Fundador, me quedé resguardada en esa habitación por días, siendo vigilada día y noche por un fornido hombre en la puerta. Solo después de dos días sin comunicación con el exterior, una chica poco mayor que yo entró una mañana. A pesar de dolor de mi brazo, rápidamente salté de la cama y me refugié en el rincón opuesto a la puerta, lo más lejos posible de ella. Al verme tan a la defensiva, ella meneó la cabeza y sonrió. Era bonita, de cabello claro y esbelto cuerpo; me recordó a Isabel. —Tú debes de ser Dulce, ¿o me equivoco? —preguntó con suavidad, acercándose a mí con cuidado. Sin saber qué pensar de ella, asentí. Pero me mantuve en el rincón. —Genial, porque el Fundador me envió para revisar tu brazo —me mostró una pequeña caja que traía consigo. Con algo de estupor, bajé la mirada a mi brazo. El yeso aun picaba, y no sabía si había mejorado o no. Así que, aun desconfiando de ella, dejé mi rincón y volví a la cama. Me senté en el borde mientras la
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ATRAEME
MI SEÑOR/Tatty G.H
Mantenía las manos en puños sobre las rodillas, siempre mirando al suelo, esperando con ansías a que mi padre se levantará y volviéramos a casa. Pero ese día, eso no pasó. Mi padre lanzó una maldición y arrojó sus cartas sobre la mesa, furioso. —¡Maldita sea! El hombre con quién jugaba era maduro, alto y robusto, con una barba amplia y unos ojos maliciosos. No me gustaba. —Vaya, amigo. Lo que te hace falta, es subir las apuestas. Con cantidades así, nunca ganaras. Mi padre chasqueó la lengua y dijo. —Lo sé, lo sé... —A iniciado un nuevo siglo, la era del glamour, el dinero, el cine, las artes... Las mujeres —sentí sus ojos lascivos en mí—... Deberías apostar algo más valioso. Mi padre lo miró. —¿Más valioso que el dinero? —Si, mucho más. Sentí sus ojos posarse en mí, yo mantuve la vista abajo, ansiosa por irme de aquel sombrío lugar. —Es más, ya que deseas ampliar tus horizontes en este mundo, yo puedo ayudarte. La epoca de oro te puede traer una fortuna mayor.
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DESEAME
MI SEÑOR/Tatty G.H
Después de esa última vez, no lo volví a ver. No me buscó ni una vez, y yo lo agradecí en verdad. Porque, aunque esa noche no me había tocado, temía que el cualquier momento lo hiciera. Y yo no estaba lista para eso. No quería ser utilizada así. Aunque no pudiera dejar Odisea, no quería ser una prostituta. Y mucho menos de un hombre como él. Pero una semana después de que un médico viniera a quitarme el yeso del brazo, Susan entró a mí habitación con una gran bolsa. La miré con curiosidad. —El Fundador me ha ordenado que te arreglé. Me senté en la cama, mirando como ella sacaba un enorme y largo vestido rojo de la bolsa. Al verlo, comencé a temer lo peor. Quizás él iba a desquitarse conmigo por lo de esa última noche. Trague fuerte. —¿Para qué? —inquirí con creciente miedo. Susan negó. —No puedo decírtelo, lo siento. Solo sé que debes obedecer. Con algo de renuencia, dejé que me metiera en una gran tina y me lavara el cabello. Y con miedo le permití ponerme el vest
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CONOCEME
MI SEÑOR/Tatty G.H
Esa misma noche, después de concluir la subasta, fui arrastrada hasta una pequeña habitación. Donde una chica me sacó el vestido con rapidez, para después pasarme un extraño conjunto de encaje. Miré los diminutos trozos de tela en mis manos. Luego alcé la mirada. —¿Qué...? Ella me colocó un bata negra encima, y con un gesto impaciente, abrió la puerta. —Póntelo. El comprador te espera. Apresúrate o te arrepentirás. Cuando salió, yo me senté sobre una silla y miré el conjunto. Enrojecí. Era lencería erótica de encaje color rojo, o al menos, los tres pequeños trozos en mis manos lo parecían. —No... no puedo ponerme esto... El conjunto se trataba de un sujetador, un liguero y lo que parecía una diminuta tanga, todos casi trasparentes. Además, también incluía una especie de gargantilla que se conectaba al resto de las piezas a través de unos delgados tirantes negros. Suspiré, llena de vergüenza. No era capaz ni de imaginarme vestida con eso. —¡Apresúrate! Escondí la ca
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TEMEME
MI SEÑOR/Tatty G.H
¿Por qué me había comprado? ¿Por qué había gastado 15 millones de dólares en alguien como yo? Yo no era ni la mitad de atractiva que el resto de las chicas de Odisea, y a todas ellas les complacía servirle al Fundador. Pero yo... Yo apreté los labios cuando él me hizo girarme sobre el estómago y con una gran mano me presionó contra la cama, obligándome a colocarme en 4 patas. Jadeé sujetándome con las uñas a las sábanas rojas. —No... no me haga esto —le supliqué desesperada—. Por favor... Sin escucharme, él se inclinó sobre mi espalda y me tomó del cabello con una sola mano. Me obligó a erguir la cabeza. Entonces, todo el aire abandonó mis pulmones en una lenta exhalación. —¿Esperabas privacidad? —inquirió el señor Riva con burla. En ese momento, por primera vez en la noche, fui consciente de lo que era Odisea. Pues frente a mí, había un enorme y lujoso espejo que sustituía la cabecera de la cama. De la peor manera, me di cuenta de lo que significaba ser una chica de humo, y
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PRESENTAME
MI SEÑOR/Tatty G.H
Abracé a Susan por segunda vez esa mañana, como si abrazarla impidiera todo lo que iba a ocurrir conmigo de allí en adelante. —Te visitaré, sí el Señor lo permite. Si eso era un consuelo, no me hizo sentir mejor. Esos eran mis últimos minutos en Odisea, los últimos instantes que pasaba bajo la protección del burdel. —Te echaré de menos, Su —le dije hablando contra su hombro—. No quisiera irme. No quiero... Ella me palmeó la espalda. —¿Hay algo que pueda hacer por ti, Dulce? Cualquier cosa que necesites, lo que sea. Te ayudaré. Sonreí un poco. ¿Yo? ¿Qué podría necesitar alguien como yo? No tenía nada, ni nadie, estaba sola. Mi única amiga había muerto, y mi vida ya ni siquiera era mía. En realidad, nunca había tenido una vida propia. —Gracias, pero... —Piénsalo bien. Debe haber algo. Pero yo negué y me separé de ella sorbiendo por la nariz. No había nada que necesitara, porque ya no deseaba nada, me había resignado. Susan lo entendió y sin insistir, me llevó por los pasillos r
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