PELIGROSOS EFECTOS

Antes de que Isabela saliera de su conmoción, yo me di la vuelta y corrí al piso superior, con el llanto de mi bebé inquietándome el corazón. Cuando llegué a mi habitación, Kary ya lo tomaba en brazos y lo mecía con energía, intentando tranquilizarlo.

Al verme entrar, de inmediato se acercó.

—Lo siento, Madame. Se despertó con los gritos.

Sin dudarlo tomé a mi bebé de sus brazos, y comencé a arrullarlo con suavidad. Paseé por la habitación, tratando de calmarlo.

—Tranquilo, pequeño... No pasa nada.

La escuché entrar, antes de voltear y mirarla. Pero Isabela no me veía a mí, sino al bebé que cargaba. Aun parecía sorprendida, más que eso, impresionada. Kary se colocó a mi lado, mirando a Isabela con los ojos bien abiertos.

—Un niño... —murmuró Isabela, sujetándose al marco de la puerta.

Estaba cada vez más pálida.

—Un hijo secreto, ¿me equivoco? Este niño es lo que ocultas dentro de estos muros.

Me sentí atrapada, mientras los ojos ausentes de Isabela subían lento, hasta que vo
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