QUEDEMONOS JUNTOS

Aun cuando ella se fue y cerró la puerta a sus espaldas, yo permanecí de pie en el interior, mirando a la nada, con la mente hecha un torbellino de pensamientos. Solo me moví cuando escuché a alguien más entrar y llamarme.

—Caramel, ¿qué haces aquí?

Me giré y vi a mi prometido a los ojos. Comencé a sentir esa rabia reprimida emerger.

—¿Por qué lo hiciste? —le pregunté acercándome a él—. ¡¿Por qué le hiciste creer a Rafael que tú y yo estuvimos juntos en el extranjero!

La expresión de Gustave cambio de golpe, y despacio cerró la puerta tras él.

—Deberías bajar la voz, Dulce, alguien podría oírte.

Quise reírme.

—No me interesa quién escuche. ¡Solo quiero que me digas porqué lo hiciste!

Rápidamente él colocó una mano en mi boca. Me miró con los labios apretados, indignado.

—Todo mundo, nuestros amigos y personas importantes, ya suponían que tú y yo nos casaríamos. Pero sí tú, Madame Campbell, volvías a los brazos de ese mafioso, ¿Dónde quedaría yo? ¿Qué se diría de mí?

Fruncí e
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