CAPÍTULO 4

—¿Estará ocupado? —Se pregunta Carolina, que observaba su teléfono luego de llamar a Hyden.

*Cariño, llámame apenas puedas. Me gustaría saber cómo van las cosas con tu esposa, si pudiste hablar con ella. ¡Siempre tuya, Carolina! —Le envía un mensaje de Watt Sapp, y se recuesta en la cama, preocupada de que quizás volver de esa manera no fuera tan apropiado. Después de todo, ahora no era más que la tercera en discordia de un matrimonio que aunque era inexistente según lo que le contó Hyden, no quitaba que ahora, ella no fuera más que la otra; sin embargo, a su mente también venían los recuerdos del último mes con él, las caricias, los besos y las noches llenas de amor que se debían, y volverlo a tener en sus brazos era una sensación que no quería volver a dejar.

Intentando despejar su mente, decide llamar a su mejor amiga, a quien no veía desde hace mucho, pero con quien siempre estuvo en contacto.

—Caro, hola… ¿Cómo va todo? Hace un mes que no sabía nada de ti. ¿Acaso pasó algo con tu salud? ¿Estás bien?

—Carla, no sabes, tengo que contarte muchas cosas. Pero me gustaría verte.

—¿De qué hablas?

—Acabo de regresar al país.

—¿En serio? ¿Y dónde estás?

—Estoy en el hotel Hilton. ¿Puedes venir? Tomemos algo.

—Claro que sí, apenas salga del trabajo, iré. Envíame los datos de tu habitación por mensajes, te quiero.

Cuelga, y toma su bolso, toma sus medicinas, y empieza a arreglarse para reunirse con su amiga, mientras es custodiada afuera de la habitación por los hombres que Hyden contrató para que estuvieran al pendiente de ella, por si su salud empeoraba en algún momento, pues aunque ella ya estaba bien, él no se perdonaba no haber estado a su lado en los peores momentos.

***

—Señor, la cena está servida. —Le dice la señora Severiana a Hyden, que estaba encerrado en su habitación, y que sale de inmediato.

—¿Ya le avisaste a Paula?

—Sí, pero me dijo que no quería cenar.

—¿Pero qué rayos le pasa a esa mujer? ¿Acaso cree que en su estado puede darse ese lujo? —Comenta, y Severiana no entiende.

Se acerca a su habitación y toca la puerta de forma fuerte e insistente.

—Paula, baja a comer ahora mismo. —Dice en forma de orden, y Paula rechaza por completo su actitud, ni siquiera se digna a contestar.

No tenía hambre, no quería verlo, y menos escucharlo.

—¿Acaso eres sorda, mujer? ¡Contesta! —Sigue diciendo Hayden desde afuera, pero la única respuesta que obtiene es el sonido fuerte de una bocina de música, que lo molesta profundamente.

—¿Acaso es una niña? —Refuta. —Nana, por favor, abre la puerta.

—¿Eh? Pero, señor, no creo que sea prudente.

—Nana, es una orden. ¡Abre la puerta!

Lo ve tan decidido y a punto de perder la poca paciencia que le quedaba que de inmediato saca su mazo de llaves, y abre la puerta, permitiéndole entrar rápidamente al hombre que lanza contra el suelo la bocina que estaba encima del tocador, asustando a Paula que no esperaba que se atreviera a irrumpir de esa manera, después de todo jamás le había prestado la suficiente atención como para que le importara algo que ella hiciera.

—¿Pero qué carajos crees que haces? ¿Cómo te atreves a entrar así a mi habitación? ¿Acaso te volviste loco?

—Vamos, necesitas comer. —La toma de la mano y la jala, pero la mujer se resiste y se suelta.

—¡Ja! ¿Desde cuándo te importa si como o no?

—Señora, por favor. —Interviene Severiana, y Hyden libera un fuerte suspiro, intentando calmarse.

—Nana, por favor, vete y déjanos solos.

La anciana asiente, y sale cerrando la puerta tras de sí. —Parece que nadie cenará esta noche.

—Escúchame, Paula, entiendo que estés abrumada por lo del divorcio y el bebé que viene en camino, pero te aseguro que ni a él ni a ti le faltará nada.

—¿Entonces, aún quieres divorciarte?

—Estoy enamorado de otra mujer, Paula.

—¡Una mujer que te abandonó!

—¡Por qué estaba enferma! Dios… mira —Camina por unos segundos en la habitación. —No niego que eres realmente una mujer bella e inteligente, y si Carolina no hubiera aparecido nuevamente, no tendría objeción en seguir casado contigo, pero nada habría cambiado, porque no te amo, y no puedo fingir amor, y se que tú tampoco ¿Eso es lo que quieres para toda tu vida? ¿Llevar un matrimonio así, un matrimonio donde nos ignoramos?

—Más bien, donde tú me ignoras. Tú eres quien no me dio una oportunidad. Tú fuiste quien se perdió la oportunidad de conocerme…

—Creía que estábamos en la misma tónica. Fuimos obligados a casarnos.

—¡Tú fuiste obligado, de eso no hay duda! Yo fui una tonta que me enamoré a primera vista de ti, y no hice más que mendigar tu amor todo este tiempo, recibiendo incluso algo peor que el rechazo. El desconocimiento. En tres años, simplemente fui una extraña más que vivía en esta casa y a quien tratabas con decencia. Incluso en la sociedad no soy más que una simple secretaria en tu empresa, porque jamás pude siquiera ganarme el título de ser presentada como tu esposa. Incluso accedí a tener un hijo sin que me tocaras una sola vez. ¿Sabes lo humillante que fue aceptarlo? Es más, ¿alguna vez siquiera has visto realmente mi cara?

—No digas tonterías, Paula, por favor. Muchas veces he visto tu rostro. Tampoco hables como si hubiera sido un insensible.

—¡Ah, ¿no? Muy bien... ¿Sabes de qué color son mis ojos?

—¿Eh?

—Vamos, dime... —Cierra los ojos la mujer, esperando una respuesta.

—No seas tonta y deja de comportarte como una niña de una vez por todas.

Enojada, abre los ojos y se acerca a él, furiosa, quedando a la altura de sus hombros. Lo mira con rudeza, mientras respira con dificultad.

—No lo sabes verdad. Así que míralos muy bien de ahora en adelante, porque tendrás que verlos más seguido. —Le dice al hombre que, observaba fijamente los ojos de la mujer. —Porque si yo soporté ser un fantasma por 3 años, tú soportarás los años que se me den la gana, mirarme fijamente día a día, y saber que sí existo, y que por mí no podrás estar con tu amada Carolina.

Sale rápidamente del lugar, toma el auto, e ignora a Samuel que le pregunta si quiere que la lleve a algún lado, pero ella simplemente le pide las llaves y sale de allí manejando a toda prisa.

Hyden que la observa, por la ventada, respira frustrado.

—Son Avellana. Tus ojos son de color Avellana. Una mezcla entre el marrón y el verde. En la oscuridad, parecen marrón claro, pero en el sol, se tornan más verdes. —Dice, respondiendo a la pregunta de Paula, y le da una palmada a la pared, frustrado por la mujer que no cede. —Parece que estás mostrando tu verdadero ser.

Su teléfono suena, lo saca de su bolsillo y observa un mensaje de Carolina, a quien decide ir a ver.

***

Paula, que detiene el coche en seco, observa un parque y decide bajarse a caminar. El aire de la noche, hace que se calme. Piensa en su hijo, y acaricia su vientre.

—No puedo permitir que simplemente nos deseche como si nada. —Dice y empieza a recordar las palabras de Hyden.

«… Te aseguro que ni a él ni a ti le faltará nada…» —¡Ja! ¡Como si con el dinero pudieras resolverlo todo! Si supieras quién soy en realidad, no te atreverías a ser tan impertinente.

***

Hyden, que entra a la habitación sin anunciarse, observa a Carolina, quien parecía estar preparándose para salir.

—¿Vas a algún lado? —le pregunta, mientras la observa maquillarse.

—¡Oh! Estás aquí… —Corre la mujer y se lanza sobre sus brazos, dándole un beso que ambos anhelaban. Por unos segundos dejaron que sus lenguas se entrelazaran, quedando ambos embarrados de lápiz labial. —Estaba muy preocupada. —Lo abraza. —Dijiste que llamarías, apenas hablaras con tu esposa, pero nunca lo hiciste.

—Bueno, con respecto a eso. Hay algo que debo decirte… —Se aparta al escucharlo tan serio.

—¿Pasó algo? —Se regresa al tocador, donde simula estar tranquila, y empieza a limpiarse la boca con un pañito.

—¡Paula está embarazada! —Suelta de la nada, y la mujer sorprendida deja caer el pañito sobre sus piernas.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP