CAPÍTULO 3

—No ignoro nada, solo estoy cansada y no creo que sea un momento bueno para discutir un tema tan delicado. Imagino que tú también debes estar cansado. Acabas de llegar luego de un largo viaje, y aunque supongo que la compañía te distrajo un poco creo que deberías pensarte mejor las cosas. —Lo mira tan fríamente en forma de reclamo, y él suelta su brazo. Entiende por lo que acaba de decir que es posible que sepa que estaba con Carolina.

—Parece que conoces las razones por las que quiero divorciarme, y te aseguro, aunque lo piense mil días, no cambiaré de opinión.

—¿Qué pensará tu abuelo?

—Yo me haré cargo de mi abuelo. Reconozco que te quiere mucho, pero llevamos tres años encarcelados en este matrimonio solo por su capricho.

—¡Yo no me siento encarcelada!

—¡Pero yo sí! Nunca entendí la obsesión de mi abuelo por casarme contigo. Incluso llegué a pensar que era por conveniencia, en ese entonces pasábamos por una muy mala racha, y de cierta manera cuando me casé contigo todo parecía mejorar. No niego que eres una excelente empleada, una buena mujer y tal vez seas una buena esposa, pero mi corazón siempre perteneció a otra.

—Carolina…

—Sí.

—Pues hasta donde sé, te dejo plantado… ¿No? —El reproche de Paula lo desconcierta. Ella solía ser muy tranquila y retraída. Aunque entendía si actitud.

—Eso es algo que a ti no te tiene que importar.

—¿Ah no? Pues por ella es que mi marido se quiere separar de mí, dejándome a la merced con un hijo. —Suelta de la nada mientras las lágrimas que ya no puede contener se liberan de sus ojos, a pesar de su ceño fruncido.

—¿Qué acabas de decir? —Se acerca a ella de forma brusca, arrinconándola contra la puerta. Fijándose en sus mejillas, que siempre se ponían coloradas cuando estaba disgustada.

—¿Lo que escuchaste? ¡Estoy embarazada!

—¡No! ¡Mientes! No puedo creer que inventes esto solo para no divorciarte.—Se aparta en negativa, mientras le da la espalda.

—No tengo por qué hacerlo. Hoy el médico me confirmó que tengo dos meses. Finalmente el tratamiento funcionó. Tu abuelo tiene al heredero que tanto quería. —Saca de su bolso la ecografía, y se acerca a él. —Si no me crees, aquí está la prueba.

El hombre se gira y toma en sus manos la ecografía que le ofrece. La mira sorprendido, aunque no se le notaba. Su rostro era muy inexpresivo, y era difícil conocer sus emociones la mayoría de veces. Sin embargo, una sensación extraña en su pecho, sentía al ver al pequeño frijol que se observaba en la impresión.

—Si aún no me crees, puedes ir a la clínica y solicitar mi historia médica. Ahora, si me disculpas, sigo cansada. Le ordenaré a Severiana que te traiga de comer a la habitación, como entenderás no podré acompañarte, ¡no tengo hambre! —Sale rápidamente, mientras aún tenía agallas, y no se desvanecía frente a él.

Severiana, que terminaba de subir las escaleras, observa a la mujer correr a su habitación llorando desconsolada.

—¡Es una pena que la señora sufra tanto! —Comenta y prefiere regresar a la cocina, y esperar otro rato antes de avisarles que la cena ya está lista.

Apenas y cierra la puerta de su habitación, se lanza a su cama, a llorar con desesperación.

—¡No sabes cómo odio que regresaras Carolina! —Refuta y entierra su cabeza en la cama. —Pero no me dejaré ganar la partida. —Afirma y se gira, mientras abraza su vientre.

***

Hyden, que caminaba de un lado a otro observando la ecografía, tenía muchas dudas que rondaban su cabeza.

Su teléfono sonaba una y otra vez con insistencia, era Carolina que lo llamaba, pero él prefería ignorarla. Necesitaba pensar en lo que haría, pues era evidente que sus planes habían cambiado. Después de todo, él había aceptado la inseminación, por complacer a su abuelo, no era como que Paula lo hubiera obligado. Tampoco era un irresponsable. Respondería por su hijo, de eso estaba seguro. El problema, era, ¿cómo se lo tomaría Carolina? Hace tan solo un mes se habían reencontrado. Jamás imaginó que en un viaje de negocios, como muchos otros, pudiera verla otra vez. La descubrió por casualidad entrando a una clínica en Canadá, la siguió y entonces descubrió la verdad del porqué lo había dejado. La mujer tenía cáncer ocular. Actualmente, seguía en control, y aunque había perdido en un 80% la visión de su ojo derecho, el cáncer ya había sido erradicado por completo. Un tratamiento agresivo y a tiempo, ayudó a que no perdiera la vista, en su totalidad, o peor aún, sus ojos, e incluso su vida. Sabía lo que significaría para Hyden cargar con ese peso. En ese entonces la posibilidad de morir era de más del 60%, la de perder uno de sus ojos o ambos un 80% y la de quedarse ciega era de un 98%. Lo amaba, y por eso mismo no quería verlo sufrir a diario. Vio la oportunidad de irse, y eso hizo. Tal vez fue una cobarde, o tal ve fue muy valiente, sin embargo, de su decisión hasta el día de hoy no se arrepiente. Lo hizo por amor, y eso lo vale todo. Se enteró de que se casó con una jovencita desconocida, a quien su abuelo aprobaba, y no sintió rencor, por el contrario, se sintió aliviada, si le pasaba algo le reconfortaba saber que tendría a alguien a su lado, por eso jamás regresó. A pesar de curarse ya él tenía una familia, y no quería enfrentar una realidad que la lastimara, o lastimar a alguien más; sin embargo, volver a encontrarse a Hyden, revivió los sentimientos que creía, estaban bien enterrados en lo más profundo de su ser. Contarle la verdad y que él le confesara su amor, asegurándole que a pesar de estar casado nunca nadie ha podido ocupar un lugar en su corazón, la animó a regresar. Estaba ilusionada, quería volver a empezar, y si las palabras de Hyden eran ciertas, no lastimaría a nadie, después de todo el jamás amo a Paula ni le demostró amor.

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