CAPÍTULO 45

El mundo de Paula se volvió un túnel borroso de dolor.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde el golpe. Solo sabía que el piso estaba frío, que algo en su vientre ardía como fuego, y que cada segundo que respiraba sentía que algo dentro de ella se le escapaba.

Un hilo de sangre se deslizó entre sus piernas.

Su corazón dejó de latir.

—Mi… bebé… —susurró, casi sin voz.

Y justo cuando intentó incorporarse, un mareo la dejó inmóvil otra vez.

La puerta se abrió de golpe.

—Paula, ¿quieres…? —Sandra se quedó congelada—. ¡PAULA!

Soltó la bandeja del té, que se estrelló contra el piso mientras corría hacia ella.

—¡Dios mío! ¡Paula, mírame! ¡Respira! —Sandra la sostuvo, temblando—. ¡Alguien llame a una ambulancia!

Una de las secretarias gritó; otra salió corriendo por ayuda. El corazón de Sandra latía tan fuerte que parecía romperle el pecho.

—Mi bebé… —Paula apenas podía articular.

—Tranquila —Sandra intentó no llorar—. No pienses en eso ahora. Vas a estar bien, ¿me escuchas? Vas a estar bi
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