C146: Yo solo quiero que viva.
A pesar del verano que reinaba en los territorios del sur, dentro de aquella habitación apenas se sentía calor. Somali yacía en la cama, cubierta por mantas ligeras, con la mirada perdida en el techo. Su cabello, ahora pegado al rostro por la transpiración, enmarcaba unas facciones cada vez más agotadas, y unas ojeras profundas como si las pesadillas se le hubieran tatuado en la piel.
Zeira y Saphira habían notado desde hacía tiempo que Somali apenas las miraba cuando entraban. Sus manos se aferraban a las sábanas y su respiración se aceleraba cuando percibía el aroma de alguna de ellas.
Zeira no tardó en comentárselo a Dorian, quien ya había notado cómo, tras aquella pesadilla desgarradora, su compañera había dejado de confiar en todo lo que no fueran sus brazos.
—No nos rechaza con palabras, pero su cuerpo habla por ella —manifestó Zeira—. Se pone tensa y retrae los hombros. Y Saphira... bueno, ella también lo siente. La Luna ya no confía.
Dorian, con el rostro sombrío, asintió desp