El cielo estaba cubierto por una gruesa capa de nubes grises, como si la naturaleza misma presintiera la tensión que reinaba en el corazón del Clan. A pesar de que las celebraciones habían cesado hacía unas pocas semanas, una sensación de incertidumbre seguía arrastrándose por los rincones del territorio. Somali continuaba encerrada en su habitación, y aunque su cuerpo se mantenía en pie, algo en ella parecía irse apagando lentamente, como una vela que gime antes de extinguirse por completo.

Dorian no se separaba de su lado, más que para buscar respuestas. Zeira, por su parte, se mostraba cada vez más preocupada. Y así, por fin, se tomó la decisión que debía haberse tomado antes, quizás: convocar a Saphira, la sacerdotisa del Clan. No una sanadora, no una guerrera, sino una mujer nacida para leer entre las capas invisibles del mundo, una guía entre los vivos y los secretos dormidos en la sangre.

Saphira llegó esa mañana con su túnica azul oscuro flotando a su alrededor como si caminar