Ronan no tenía otra opción. No había señales, ni encuentros pactados. Si quería advertirle a Nolan, debía ir en persona. Así que dejó el territorio sin mirar atrás, cruzando campos y bosques hasta alcanzar los límites del Clan enemigo. Su única guía era la urgencia. Esa sensación pesada en el pecho que le gritaba que no podía quedarse callado, que el silencio en ese momento era traición para su manada original.
Cuando finalmente llegó al territorio de Nolan, lo buscó sin descanso. Al hallarlo, se acercó sin vacilar. A Nolan no le agradaba para nada las informalidades, no era cercano a los suyos, todos lo debían tratar como si fuera un dios. Sin embargo, Ronan estaba demasiado apresurado y desesperado por explicarle la situación lo antes posible.
—Alfa, Dorian está tramando algo. Algo serio.
Nolan lo miró con recelo y atención.
—¿De qué estás hablando exactamente?
Ronan tragó saliva. Había repetido esas palabras varias veces en su mente, pero aún así le costó decirlas en voz alta.
—Me