El teléfono de Mariana vibró por quinta vez aquella mañana. Número desconocido. Otra vez. Lo dejó sonar mientras continuaba organizando su currículum. Tres semanas habían pasado desde la gala, tres semanas desde que había abandonado la mansión De la Vega con apenas lo esencial, tres semanas intentando reconstruir su vida como si los últimos meses hubieran sido solo un sueño febril.
El pequeño apartamento que había conseguido en Chamberí distaba mucho del lujo al que se había acostumbrado, pero tenía algo que la mansión jamás le ofreció: paz. Las paredes color crema, los muebles sencillos y las macetas con plantas que había comprado para darle vida al lugar componían su nuevo refugio.
El teléfono volvió a vibrar. Esta vez, un mensaje.
"Necesitamos hablar. Es importante. A."
Mariana resopló. ¿Ahora sí era importante? ¿Después de que él permitiera que Isabela la humillara públicamente? ¿Después de descubrir que todo lo que creía saber sobre su acuerdo matrimonial estaba construido sobre