—¿Dígame con quién estaba hablando? —volvió a preguntar Mikhail, mientras su asistente desviaba la mirada a todos lados, evitando la suya.
—Con… con una amiga —balbuceó nerviosa.
—Si quiere conservar su empleo, será mejor que se dedique a trabajar. No le permito chismosear con María en horario laboral —la mujer abrió los ojos como platos, mirando a Mikhail como si le hubieran salido cuernos en la frente—. Sí, sé que eres la informante de María, y espero que no hagas estupideces para congraciarte con ella —advirtió tajante antes de hacer rodar su silla.
«Uff, qué susto. Espero que no se entere de que ayudé a María a alterar su prescripción», pensó, tocándose el pecho con cierto alivio.
Horas más tarde...
Mikhail se sentía incómodo al ser observado por el personal del hospital. No era para menos; llevaba años sin usar su bata blanca.
Se detuvo frente a la puerta de la habitación de Lucas, tomándose un instante para recomponerse antes de entrar.
Sabía que su presencia no sería bien recib