Aunque el hospital estaba patas arriba y los directivos ansiosos por saber cuál sería el rumbo ahora que Anna había anunciado ser la legítima dueña, Mikhail decidió tomarse el día libre.
Los mensajes llegaban uno tras otro a su teléfono, pero él los ignoraba. Ese día quería pasarlo con Anna, consentirla, estar con ella, y disfrutar de un tiempo de calidad como pareja.
Por la tarde, salió a comprarle una comida que a ella le gustaba mucho de un local cercano. Sabía que pudo haber enviado a uno de sus empleados a hacerlo, pero esta vez quería hacerlo él mismo. Quería que Anna viera su esfuerzo, que apreciara el detalle y lo aceptara.
Ya no le molestaba ser observado por las personas cuando llegaba en su silla de ruedas. Al contrario, poder hacer cosas por su amada, a pesar de su condición física, le llenaba de satisfacción. Lo hacía sentir capaz y más fuerte.
Mientras ordenaba la comida, su teléfono sonó.
—Doctor Mikhail, lamento interrumpir su día libre —era su asistente—. Lo