Emanuel observó los elevadores y frunció el ceño. Caminó con paso firme hasta la recepción. “Señorita, ¿cuál es la habitación de Luis Hernández?”.
“Lo siento señor, pero no podemos dar información sobre nuestros clientes”. Respondió la recepcionista de manera incisiva.
Emanuel entrecerró los ojos, sacó su teléfono y marcó un número. Minutos después, la recepcionista recibió una llamada. Al escuchar, levantó la mirada hacia él.
“Entiendo, señor”. Dijo, colgando y buscando en su computadora. “El señor Luis Hernández está en la habitación 906”.
Emanuel no dijo nada. Dio media vuelta y corrió al ascensor; Jimena lo siguió en silencio, saboreando el espectáculo que estaba por comenzar.
Al llegar al piso, Emanuel se dirigió directamente a la habitación. Sin dudarlo, le dio una patada a la puerta, abriéndola de golpe.
Lo que vio lo dejó mudo: Grecia y Luis estaban desnudos en la cama, tratando de cubrirse torpemente con las sábanas. El aire se tornó pesado, irrespirable. Era Grecia, su nov