Al llegar a la oficina respiró profundo para calmar su agitado corazón, tímidamente se presentó con la secretaria. “Soy Grecia Medina, me mandaron llamar”.
La secretaria le dio una mirada penetrante y se ajustó sus lentes, se levantó caminando hasta la oficina, tocó y abrió la puerta, Grecia la seguía detrás con pasos lentos.
Al entrar a la oficina se encontró con el hombre detrás del escritorio. La miraba fijamente mientras ella entraba, pero la forma en que la seguía con sus ojos era perturbadora.
Grecia se quedó en el centro de la oficina mientras la secretaria salía. No sin darle una última mirada llena de desprecio.
Después de un silencio incómodo el señor Gustavo habló. “¿Sabes por qué te llamé?”. Retumbó su voz en la habitación.
Ella negó con la cabeza sin hablar. Jugaba con sus manos.
Recargando sus codos en el escritorio y mirándola con frialdad le dijo. “Estoy enterado de tu relación con Emanuel, mi deber como padre es cuidar a mi familia, seré franco… Tú no eres la ade