Grecia escuchó sonar su teléfono, lo rebuscó entre la cama mientras despertaba, era Emanuel. Pero al ver la hora se levantó de un salto sin contestar.
“¡Demonios!”. Maldijo al darse cuenta que llegaría tarde al trabajo, anoche no podía dormir recordando el beso de Emanuel.
Dio un salto de la cama, se lavó y vistió rápidamente, tomó su mochila con sus cosas y salió. Al llegar a la salida saludo al portero y en el momento que miro a lo lejos, se encontró con Emanuel de pie cerca de su auto.
Ella se quedó inmóvil en su lugar sin quitar su mirada de él, en su interior se preguntaba a sí misma. “¿Estaba esperándola?”.
Emanuel fijó su mirada en ella mostrándole una sonrisa. Caminó hacia ella. “Hola”. El prestó atención de reojo al portero y solo le sonrió ayudándola subir al auto. A pesar de que deseaba besarla, conocía las reglas de los dormitorios y no quería meter a Grecia en problemas.
Grecia estaba reacia a entrar al carro, miraba a todos lados, había pocos alumnos, no quería que los