Emanuel se detuvo. Siempre lo hacía, recordando que ella aún no había dado ese paso y no quería forzarla.
Entonces Grecia, con un gesto inesperadamente claro, tomó su mano y la colocó suavemente sobre su pecho. Las miradas se encontraron, fijas, intensas. Emanuel, con la respiración entrecortada, murmuró. “¿Estás segura?”.
Ella no respondió con palabras. En cambio, lo besó con la intención de darle su respuesta.
Sin necesidad de más señales, Emanuel encendió el motor y condujo con rapidez hacia un departamento cercano que tenía para estar a solas. Esta vez, no habría dudas.
Llegaron al departamento y subieron. Tomando la mano de Grecia la invitó a entrar, ella observaba todo alrededor. Era un lugar amplio y elegante.
“¿Quieres algo de beber?”. Preguntó Emanuel.
Grecia nerviosa negó acomodándose en el sillón de la sala. Y seguía mirando el lugar.
Emanuel se acomodó a un lado de ella y empezó a besarla inclinándose a ella poco a poco.
Grecia topó con el respaldo y colocó sus manos en el