Tony es un chico común no tan común. Es de esos que pueden ser encontrados a las tres de la mañana poseídos por un libro, o mirando fascinados las estrellas. Su familia también es bastante común. O quizá no. Su madre es una brillante detective que resuelve los casos que algunos llamarían imposibles. Un día, ella recibe uno bastante peculiar: una serie de asesinatos que ni el más valiente quiere investigar. ¿Por qué? Tony, picado por la curiosidad, busca la respuesta en los archivos de su madre. Pronto descubre que es más siniestro de lo que esperaba. De forma paralela, el chico lleva una vida normal. Asiste a sus clases, tiene amigos y le interesa una chica de intercambio. Lo que él no sabe, es que debido a ella, su madre empieza a ser buscada por los criminales a los que investiga. Personas con las que simplemente no es bueno meterse. Mientras sucede aquello, hay otra joven entre las sombras, una que tiene unos bonitos rizos caoba, es hábil con la pluma, el papel y las historias, y tiene un pasado que podría resolver el caso. ¿Qué pasa cuando estos tres caminos se cruzan? La respuesta es sencilla. Una historia emocionante, memorable y digna de contar. ////////. ¡Hey! Una novela con todo mi amor y empeño para que pases un buen rato. ¡Apóyame leyendo este pequeño proyecto mío!
Leer másLos vientos de una iracunda tormenta amenazaban con tirar las diminutas casas de la costa de Gisborne, Nueva Zelanda. Serían casi las tres de la mañana y la pequeña niña de los rizos caoba aún no estaba lista. Tendría que estarlo, pues la embarcación saldría a las tres y cuarto. Hizo las cuentas mentalmente: veinte minutos para empacar y recorrer el kilómetro que la separaba del puerto. Los libros de la escuela estaban desparramados por el suelo mientras ella metía ropa frenéticamente a su mochila. Sabía que tenía que obedecer a su madre, tenía que obedecer aquella última orden que le había dado por teléfono, pero no comprendía porqué, cómo, cuándo, no comprendía nada en realidad. Las lágrimas salían a borbotones. ¿Qué había pasado? Su madre sonaba tan fuera de sí, tan preocupada, tan desesperada...
Su cerebro infantil intentaba entender con todas sus fuerzas qué estaba pasando, sin éxito. Sus padres habían ido a una plaza, sabía a cuál. ¿Y si iba para allá? Desobedecería a su madre, pero quería verlos.
Finalmente, terminó de acomodar sus cosas y cerró la mochila. Salió del cuarto, se dirigió al de sus padres, y abrió uno de los cajones de ropa de su madre. Sacó la llave allí escondida y abrió la pequeña portezuela oculta debajo de la cama. De ahí extrajo un maletín café, tal como su madre le había indicado, y bajó corriendo las escaleras. El nudo en su garganta no hacía más que crecer ante cualquier cosa que le recordara a sus padres. No tenía ni idea de qué les había ocurrido para haber llamado así y pedir algo tan extraño. Ahora más que nunca los necesitaba. Se asomó por la ventana antes de salir por la puerta principal, temerosa de que alguien la esperara o algo así.
Un pensamiento golpeó su mente como un rayo.
Su madre le había dicho pocos días atrás que no se acercara mucho a su tío Albert. ¿Y si él les había hecho algo? A pesar de que la tormenta y las lágrimas le nublaban la vista, tomó la bicicleta que recién había aprendido a manejar y se dirigió hacia donde creía estaba el centro comercial, pero una vez este apareció en su vista, un miedo inexplicable se apoderó de ella y se acobardó. Se dio la vuelta y pedaleó aún más rápido hacia el puerto, el cual sí tenía claro por donde estaba.
Vislumbró la luz del faro una vez que llegó al puerto. Estaba Jasmine ahí para recibirla. La mejor amiga de su madre la tomó en sus brazos y la llevó al interior, aún sollozando aterrada.
El maletín resbaló de sus manos, que le temblaban violentamente. No podía concentrarse en lo absoluto. Jasmine se inclinó para levantarla. Su cabeza no dejaba de dar vueltas. Estaba mareada. Jasmine le hablaba, ella no escuchaba pero le veía mover los labios. Quiso volver a llorar pero las lágrimas no salían más. Entonces, como si la pequeña fuese una radio cuya antena acabara de encontrar un canal que sintonizar escuchó las palabras de Jasmine, aunque estas se atropellaban en su cabeza y no tenían sentido alguno "Mi niña, qué bueno que estás bien... ¿Por qué te sucedió esto a ti?... Eres tan inocente... estás a salvo conmigo..." Su mente no podía asimilar lo que había pasado. No podía asimilar nada. El shock no la dejaba formular ideas concretas. Y las preguntas que posiblemente jamás respondería la abrumaban: ¿Albert le había hecho algo malo a sus padres? ¿Por qué se tenía que alejar de él? ¿Se había vuelto malo?
Pocos minutos después, el barco salió hacia su destino.
Jasmine, quien estaba devastada, se quedó con ella para consolarla, inútilmente, pues la niña no paraba de repetir mentalmente las últimas palabras de su madre por teléfono:
–Cielo, empaca todo lo que puedas– había dicho frenéticamente. Se oía agitada, como si estuviera corriendo, y en ocasiones susurraba, mientras le daba las instrucciones para sacar el dichoso maletín. –Ve al puerto, ahí estará Jasmine. ¡Ve con ella! ¡Sálvate! ¡Tienes toda una vida por vivir! Te amamos, mi vida.
Y luego el tan recordado disparo que cortó la llamada.
Hola, persona lectora.Este es un mensaje que me gustaría dedicarte. Pero antes de dirigirme a ti, me gustaría nombrar a algunas personas que hicieron esto posible. Mi mamá, que nunca dudó en estallar de alegría cuando mi novela tenía diez lecturas más. Mi papá, que me escuchaba durante horas mientras le contaba sobre las ideas que tenía. A Marianita, quien fue mi principal lectora desde que esta historia esbozaba sus primeras páginas. A Emiliano, alguien a quien le debo las incontables tardes de nuestra infancia que pasamos jugando con las muñecas que años después me brindarían la inspiración para esta historia. Y por supuesto, al equipo de Dreame, quienes me permitieron cumplir el sueño de ver mi novela más allá de Wattpad.Ahora, me g
—¿Qué les dijeron en el hospital?— preguntó la morena. Wendy estaba sentada bajo el frondoso árbol en el que habíamos pasado las últimas semanas, casi en el tope de la colina, nuestra colina. Traía un bonito vestido corto azul, y el pelo atado en un moño desordenado. Me senté junto a ella, tratando de esconder el sobre que traía en las manos, detrás de mí. —Scarlett estará bien. Ya casi está completamente curada.— respondí. —Me preocupaba. Ha pasado más de un mes allí.— dijo, con un dejo de tristeza. —Nunca tuve la oportunidad de hablar con ella y conocerla. Perderla... no sé... hubiera sido horrible...— sonrió débilmente. —Por algo te enamoraste de ella, ¿no? —Sí... Pero eso fue hace mucho tiempo.
Sus compañeros de élite miraban a Beatrice con expresiones muy distintas. Unos la veían como a una auténtica traidora, con un aborrecimiento que sólo se ve una vez en la vida. Le pareció que nunca nadie había querido asesinar a otra persona como ellos ahora. Pero otros pocos la miraban con indiferencia, como si esperaran que tarde o temprano, alguien con mucho odio hacia la Reina se infiltrara y le pegara un tiro en la frente. Mientras Tony corría hacia el bullicio a pelear por la que para él seguía siendo la heroína enmascarada, Scarlett se quedó unos segundos en el suelo, con el hombro enviándole explosiones de ardor a cada segundo. Miraba el cadáver inerte de su madre, sin creer lo que había visto. Ella nunca la quiso como cualquier otra madre lo haría con su hija. Nunca fue esa mejor amiga a la que podía contarle todo. Tampoco
Excepto que tal vez sí lo había.Un estruendo como el de una supernova sacudió cada molécula del aire dentro del edificio. Tony sintió el corazón hacérsele añicos, al igual que su voz, que quiso salir como un desgarrador grito, pero en su lugar salió como un inaudible jadeo de dolor. Cerró sus ojos con fuerza. Quizá Scarlett ya no le hacía latir el corazón como si tuviera taquicardia, pero sin duda le seguía importando. Sacó su arma, destrozado, totalmente dispuesto a sacrificarse por sus padres y vengar la muerte de la chica que lo había hecho sentir cada una de las emociones posibles dentro del espectro existente.Pero no.Al dar el primer paso fuera del escondite, un
—¡Scarlett! Mi mente estaba tan distraída con lo que acababa de ver, que el resto de mi cuerpo se encargó de llamarla. —¡Scarlett! Un segundo después, oí sus sigilosos pasos acercarse a mí. —¿Qué pasó? ¿Por qué te detuviste? No respondí. La dirección en la que veían mis ojos lo decía todo. Oí una tenue risita de ella. —¿Lo ves? Te lo dije. Debería decir que me arrepentía de haber hecho lo siguiente, pero en aquel momento me era imposible pensar en otra cosa. Ya nada más importaba. Tomé a Scarlett de los brazos y la atraje hacia mí. La envolví en un abrazo cálido, fuerte y larg
✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧TONY✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧ Scarlett me susurró un débil "gracias" al que no respondí. Tomé la capucha, que por suerte era bastante amplia, y me la puse, apenas dejando hueco para mi campo visual. Sólo mi nariz, mis labios y mi barbilla eran visibles. Me acerqué al escritorio para tomar tres de los trozos de tela de mi playera rota. El olor de la droga era bastante fuerte y picaba mi nariz. Como un antiséptico extremadamente concentrado. Scarlett ya se había puesto el pasamontañas cuando me volví hacia ella para entregarle su trozo. Se había recogido su pelo, que hacía un bulto en la parte posterior de su cabeza. Me devolvió la mirada. Sus ojos, que ahora eran lo único que estaba descubierto, se veían más grandes y más expresivos. Te
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