Mundo de ficçãoIniciar sessãoALONSO:
El rugido del motor de mi auto resonaba en las calles desiertas de Palermo mientras ignoraba la avalancha de llamadas entrantes. Con dedos ágiles, marqué el número de mi tío Casio, el fiscal, y le pedí un favor que solo él podía cumplir.
—¡Eres un genio, sobrino! Lo haré ahora mismo —exclamó al escuchar mi petición, su voz cargada de admiración y complicidad. Acto seguido, contacté a Dario, uno de los hackers más peligrosos del mundo junto con Asiri, ambos camuflados en nuestra familia como inofensivos parientes. —¿Qué quieres, Filipo? Estoy ocupado —respondió Dario, el sonido frenético de sus dedos sobre el teclado audible a través del teléfono. Le expuse mi plan sin rodeos, y el tecleo cesó abruptamente. Para luego de un segundo sentir como volvía a teclear vertiginosamente. —Dame dos minutos —dijo, con la anticipación palpable en su voz. —Tienes cinco para echar a andar todas esas alarmas o estamos fritos —le dije en lo que colgaba.






