216. EL DIARIO DEL ABUELO
ALONSO:
El viejo que nos había entregado la caja seguía inmóvil, con los ojos inquietos debajo de esas cejas canosas, observándonos con demasiada atención. Sentí que estaba esperando nuestra reacción, como quien lanza un anzuelo y aguarda paciente el primer movimiento del pez atrapado.
—Tengo que llevar esto a mi padre y mi abuelo —dije, intentando mantener mi tono neutral.
Todavía no podía creer lo que había leído. Sentía que un puñal se hundía en mi pecho, arrancando pedazos de lo que daba por cierto sobre nuestras raíces y la lealtad que siempre había definido nuestra sangre. Salí de allí buscando a Vittorio, que había traído conmigo.
—¿Dime qué cosa descubriste, Alonso? No me dejes en la oscuridad —exigió Dante a mi lado con preocupación.
—Léelo tú mismo —dije, extendiendo el diario a mi amigo.
Según lo que mi abuelo había escrito en él, mi abuela procedía de allí y había tenido una hermana menor que se llamaba Rubicelda, muy bella, inteligente y brillante en todo lo que hacía. El