DILETTA:

 Dante se quedó inmóvil por un momento, como si estuviera considerando mi petición. Luego, sin decir una palabra, se acomodó de nuevo sobre mí, su cuerpo cediendo al mío. Su respiración se volvió más lenta, más calmada, y supe que había decidido quedarse por el modo que me apretó contra su cuerpo. Sentí una oleada de alivio y felicidad. Por primera vez en mucho tiempo, me sentía completa, amada y deseada. 

 Le ayudé a deshacerse de su camisa sin abandonar el refugio de la sábana, sintiendo un ligero rubor en mi piel debido a mi delgadez. Pero, con cada beso, fue deslizando la sábana hasta dejarme completamente expuesta. Sonrió, era evidente que le agradaba lo que veía y sus besos continuaron. Ahora nuestras lenguas se entrelazaban, y nuestra respiración se volvía más intensa y acelerada.