La luz del amanecer se filtraba por las cortinas de mi habitación, dibujando patrones dorados sobre las sábanas revueltas. Me encontraba sola, contemplando el techo como si pudiera encontrar allí las respuestas que mi corazón buscaba desesperadamente. Nathaniel había salido temprano para una reunión urgente, dejándome con el eco de sus besos aún vibrando en mi piel.
¿En qué momento había cambiado todo? ¿Cuándo dejé de ser la Sophie que tenía todo bajo control?
Me incorporé lentamente, abrazando mis rodillas contra el pecho. El contrato que firmamos descansaba sobre la mesita de noche, sus cláusulas ahora parecían tan insignificantes comparadas con lo que realmente estaba en juego: mi corazón.
—¿Ya te has rendido, Sophie? —me pregunté en voz alta, y el sonido de mi propia voz me sobresaltó en el silencio de la habitación.
Cerré los ojos y dejé que los recuerdos fluyeran como una película proyectada en mi mente. La primera vez que vi a Nathaniel en aquella sala de juntas, imponente y fr