El silencio de mi apartamento me resultaba ensordecedor. Llevaba dos horas intentando concentrarme en los documentos del caso Harrington, pero la imagen de Nathaniel no dejaba de aparecer en mi mente como un intruso persistente. Sus ojos, su voz, el roce de sus dedos sobre mi piel durante la cena de beneficencia... todo se reproducía en bucle, torturándome.
Cerré la laptop con frustración y me levanté del sofá. La lluvia golpeaba contra los cristales de mi ventana, creando un ritmo hipnótico que solo aumentaba mi inquietud. Me serví una copa de vino tinto, esperando que el alcohol adormeciera mis pensamientos, pero el líquido carmesí solo me recordó el color de sus labios cuando sonreía.
—Esto es ridículo —murmuré para mí misma, pasándome los dedos por el pelo—. Es solo un hombre, Sophie. Un hombre arrogante, manipulador y...
El timbre interrumpió mi monólogo interno. Miré el reloj: 11:42 p.m. Mi corazón dio un vuelco, como si ya supiera quién estaba al otro lado antes de que mi cereb