CAPÍTULO 86. El precio de humillar.
Dos días después:
Miguel estaba junto a Gregorio ordeñando las reses vacunas, mientras su antiguo suegro y ahora capataz pensaba en lo sucedido dentro de esa oficina. Pero no se atrevía a preguntarle a Miguel, porque él mismo no quería dar detalles de su desgracia. No deseaba contar que el hombre, a quien ha pintado como un muerto de hambre, era el mismo que envió a esos matones a darle una lección de vida, obligándolo a firmar el divorcio que jamás tuvo intención de ceder.
Sentía pura humillación, y la rabia tenía que tragársela, ya que no tenía nada que pudiera usar en contra de Irina y Orlando.
Nuevamente, varios hombres —esta vez sin taparse las caras— entraron a las tierras de Miguel exigiendo verlo.
—Ramón, ve por el patrón —le indicó Juan, sintiendo escalofríos al reconocer a los mismos tipos que lo habían golpeado a él y a Miguel.
Cuando Ramón le dio el aviso, Miguel se tensó, nervioso y muy asustado, pensando que habían regresado a matarlo. Pero al ver cómo todos sus empleado