Capítulo 98. Mi hija.
Amy Espinoza.
El eco de los últimos aplausos todavía vibraba en mis oídos cuando Max y yo nos despedimos de los empresarios y empezamos a caminar las escaleras. Mientras caminábamos, José Luciano se acercó a nosotros.
—Señora, estuvo usted espectacular, no pensé que tuviera tanto talento. De haber sabido, la habría contratado.
—Pues ya ves que no puedes hacer nada porque es talento de mi empresa.
Por un momento se hizo un silencio, hasta que Max lo rompió.
—Tenemos que retirarnos.
—¿Por qué tan temprano? Yo quería invitarlos a tomarnos algo… —comenzó a decir el hombre y Maximiliano lo interrumpió.
—No podemos, estamos ansiosos por ver a nuestra hija, así que con permiso —dijo sin perder un segundo más, me tomó de la mano y subimos las escaleras hacia la suite.
Hace apenas unos minutos aquel pasillo era un río de risas y voces; ahora, en cambio, el silencio se había vuelto tan espeso que parecía que alguien le había bajado el volumen al mundo. Podía escuchar mi propio corazón, golpear