Capítulo 80. Visita a un lugar inesperado.
Amy Espinoza
El amanecer llegó como un susurro tímido detrás de las cortinas.
Un hilo de luz se filtró en la habitación, dibujando líneas doradas sobre el suelo.
Me desperté sin saber si en algún momento había logrado dormir de verdad. La sensación de desvelo se me pegaba a la piel: esa mezcla de cansancio y alerta que no desaparece ni siquiera después de cerrar los ojos.
El brazo de Maximiliano seguía rodeándome, firme como un ancla. Su respiración, lenta y profunda, contrastaba con el torbellino que me agitaba por dentro.
Por un instante, solo por un instante, quise quedarme así: con el rostro hundido en su pecho, escuchando el latido de su corazón, fingiendo que nada había cambiado.
Pero la palabra “custodia” volvió a mí como un golpe seco. Custodia.
La recordé en el encabezado de aquel documento que había leído hasta que las letras comenzaron a bailar.
Y de nuevo, la punzada de miedo me atravesó.
Me moví con cuidado para no despertarlo, pero sus brazos se apretaron, como si su cue