Capítulo 81. Nadie me roba nada.

Amy Espinoza

Observé a Mía, ajena a la tormenta que estaba viviendo. Ella corría tras una mariposa cerca del jardín.

El mayordomo la siguió con la mirada, sonriente, como si no percibiera el hielo que se había instalado entre Maximiliano y yo.

Maximiliano se inclinó un poco hacia mí. Su mano, cálida, volvió a buscar la mía, pero yo no la acepté de inmediato.

—Amy… —Su voz era baja, casi un ruego—. Ahora no. Aquí no. Te explicaré en un momento.

El apellido seguía repitiéndose en mi mente, como un eco obstinado. Velasco.

Y, por primera vez desde que emprendimos el viaje, la promesa de tranquilidad que me había sostenido se quebró como un cristal demasiado fino.

Sentí un latigazo en el estómago, un frío que me subió por la espalda hasta la nuca. Me estaba controlando, porque la verdad es que me provocaba, tomar a mi hija y salir corriendo para alejarme de todo eso.

Ese sol de la mañana, que segundos antes vi cómo bañaba la escalinata de un dorado amable, se volvió de pronto demasiado bri
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