Capítulo 45. La traición tiene nombre.
Maximiliano Delacroix
El grito de Amy aún me retumbaba en la cabeza. Me había escupido la acusación como si fuera un veneno, y aunque dolía que me creyera capaz de algo tan ruin, no podía culparla: estaba rota, expuesta al escarnio público, y necesitaba un culpable. Pero no iba a permitir que me pusiera ese papel a mí.
—Voy a demostrarte que no tuve nada que ver con esto —le dije, sin pestañear, con esa seguridad que sabía que la descoloca—. Te lo juro, Amy. Y si no me crees por mis palabras, lo verás con tus propios ojos.
Ella me miró con esa mezcla de furia y dolor que me atravesaba más hondo que cualquier bala. No insistió. Quizás porque sabía que cuando yo daba una sentencia, la cumplía.
Después que ella se vistió y arregló a Mía, lo primero que hice fue quitarla del centro del huracán. Esa niña no merecía arrastrarse en medio del caos que los adultos sembrábamos. Así que, antes de todo, la llevé personalmente a su colegio.
Durante el trayecto, Amy apenas habló, y yo tampoco lo f