Capítulo 222. No debiste venir.

Pandora Collins.

Segundos, antes de que el miedo me tragara por completo, unas manos me sujetaron por los brazos y me giraron con brusquedad.

Yo ya estaba lista para morder, arañar, pelear. Pero la voz que escuché me congeló la sangre.

—¡Pandora!

No era un extraño.

Era Adrián.

Su voz, ronca, cargada de rabia y alivio, se quebró al decir mi nombre.

La luz gris del amanecer apenas recortaba su silueta entre los árboles, pero habría reconocido esa voz en cualquier parte. El bosque parecía contener la respiración con nosotros.

—¿Estás loca? —soltó, sin gritar, pero con el tono de quien está al borde del colapso—. ¿Por qué demonios escapaste?

Intenté apartarme, sin lograrlo.

—Suéltame —pedí, con la garganta seca.

No lo hizo. Me apretó más, como si temiera que si me soltaba, volvería a desaparecer entre los pinos.

Su rostro estaba lleno de barro y sudor, las ojeras profundas, el gesto endurecido. No era el Adrián sereno que conocí. Era un hombre preocupado.

—¿Sabes cuánto llevo siguiéndote?
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