Capítulo 112. Quiero volver.

Mía Soler

El mundo se había convertido en una cinta negra interminable, salpicada por las rayas amarillas que bailaban fugaces en la ventana. Eran como fantasmas o como sonrisas falsas que se desvanecían en un instante. Yo ya no aguantaba más. El nudo de miedo que llevaba apretado en la garganta desde que salimos del apartamento frío y silencioso, se deshizo de golpe.

Primero fue un temblor. Luego, un sollozo que se me escapó sin permiso. Y de pronto, ya no pude contenerlo. Las lágrimas brotaron calientes y abundantes, recorriendo mis mejillas y empapando el suave tejido de la ropa que me había puesto.

—Quiero a mi mami… —lloré, y mi voz sonó diminuta y quebradiza dentro de la burbuja oscura del coche—. Quiero a Max.

Al frente, papá apretó el volante con tanta fuerza que vi como sus nudillos se pusieron blancos.

—Mía, por favor —dijo, pero su voz no tenía la calma de cuando Max me susurraba que todo iba a salir bien. Era áspera, impaciente—. Cálmate. Pronto estaremos bien. No grites.

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