Capítulo 111. Así que son ellos.
Maximiliano Delacroix
El silencio que había seguido a mi ultimátum se quebró de pronto en un murmullo inquieto. Era como el rumor de un mar oscuro, olas de susurros que subían y bajaban, que se cruzaban en ráfagas de miedo y curiosidad.
Los invitados, hasta hacía unas horas orgullosos de codearse en la finca de los Velasco, parecían ahora un grupo de desconocidos atrapados en un mismo naufragio.
Trajes arrugados, vestidos de gala que de pronto parecían disfraces incómodos, ojos que buscaban una salida que yo me había encargado de cerrar.
—Esto es… —empezó a decir un hombre de bigote impecable, con la copa de champaña aún en la mano.
Pero bastó con que girara mi rostro hacia él para que su voz se callara.
La mirada que le lancé no necesitó palabras. Bajó la copa, tragó en seco y dio un paso atrás, chocando con otra invitada.
El murmullo volvió a subir, más nervioso.
Algunos se inclinaban hacia sus acompañantes, otros se cubrían la boca para hablar; todos, sin excepción, miraban ahor