Capítulo 101. El regalo de Adrián.
Mía Soler
El auto se detuvo con un suspiro largo, como si también estuviera cansado de tanto silencio.
Yo llevaba un buen rato mirando por la ventana, viendo pasar las luces como si fueran luciérnagas tristes. No quise preguntar nada. Mi garganta estaba apretada, y cada vez que abría la boca me salía un nudo de aire que no era palabra.
Papá apagó el motor. El “clic” sonó tan fuerte que me hizo brincar. Él no dijo nada. Solo salió y dio la vuelta para abrir mi puerta. Cuando la puerta se abrió, el frío de la noche me rozó la cara y sentí como si me hubiera metido un cubo de agua helada por dentro de la ropa.
Intenté desabrochar mi cinturón con manos temblorosas, pero como no pude hacerlo, él lo hizo. Me alzó antes de que yo pudiera bajar sola. Su brazo me sostuvo firme, como una cuerda fuerte, no como cuando Max me carga y me hace reír. El pecho de papá era duro, aunque no tanto como el de papá Max, que a pesar de todo era más suave. Papá olía a una colonia fuerte y a un poquito de hum