Capítulo 73. El mejor día de su vida.
Amy Espinoza
Cuando el coche se detuvo frente al hotel, el cielo se había teñido de un azul profundo y el murmullo del mar se volvía casi un arrullo. Mía abrió los ojos con un parpadeo lento, como si el propio sonido de las olas la hubiera despertado.
—¿Ya llegamos? —preguntó con voz pastosa, frotándose los ojos.
—Sí, mi amor —le respondí, acariciándole el cabello—. Ya estamos en el hotel.
Max la cargó en brazos antes de que pudiera desperezarse del todo. La niña apoyó la cabeza en su hombro, todavía adormilada, mientras yo caminaba a su lado con la llave magnética de la suite en la mano.
El vestíbulo era un mosaico de luces tenues y aroma a flores de mar. Todo parecía murmurar descanso.
En la suite, una brisa salada se colaba por la puerta del balcón que Max dejó entreabierta. Las cortinas blancas se mecían con un ritmo lento, casi hipnótico. Mía entreabrió los ojos y sonrió, como si reconociera el sonido del mar, aun sin verlo.
—Oigo a las olas —dijo en un susurro ronco—. Están can