Capítulo 78. Una notificación que lo cambia todo.
Amy Espinoza
El estudio quedó atrás como si hubiera cerrado la tapa de un libro a medias.
Llevaba el contrato en el bolso, este parecía pesar más que un ladrillo.
Era curioso cómo unas cuantas hojas de papel podían resultarme más pesadas que una maleta llena de ropa.
Quizá porque allí, entre esas firmas y sellos, no solo estaba mi voz grabada en un proyecto; estaba mi vida entera dando un salto que, por más que hubiera soñado, no me atrevía a imaginar.
El coche de Maximiliano aguardaba frente al edificio.
Él ya estaba en el asiento del conductor, la mirada fija en la avenida iluminada, el perfil tan quieto que parecía tallado en piedra.
Me acomodé a su lado y cerré la puerta con un clic que sonó demasiado fuerte en medio de aquel silencio.
Durante los primeros minutos nadie habló.
Las luces de la ciudad se reflejaban en el parabrisas como chispas fugaces, dibujando destellos de neón en su rostro.
Yo miraba el reflejo de los faroles en la ventanilla, pero mi mente no dejaba de volver a